Una película | Matiné de tres por uno, o Arte! Arte! Arte!

Federico Brancatella

jueves, 23 de marzo de 2017  |   

En su relato autobiográfico del 2012, Diario de Invierno, Paul Auster se despacha con una enumeración descriptiva de alrededor de 60 páginas de los 21 “domicilios permanen­tes” que habitó en su vida y ese listado de descripciones exquisitas y arbitrarias, constituye, además de una pieza literaria entrañable, una lección de arquitectura cuya potencia radica principalmente en lo no dicho, es decir en la yuxtaposición, la acumulación, el hilo invisible que une cada parte de la lista y cuyo entramado queda del lado del lector; un efecto parecido al que nos produce, como arquitectos, la ya clásica secuencia inicial de Caro Diario (1994) de Nanni Moretti…una deriva desprejuiciada pero atenta por los con­juntos de vivienda social de Roma, en fin, un relevamiento, que también puede ser una forma de la creación…

Movido por el recuerdo afectuoso de esos dos casos de relevamiento, y sobre todo por mi total ineptitud para el ejercicio de la crítica cinematográfica, decidí, o creo haber decidido, proponer aquí un ejercicio, el de una posible yux­taposición cuyos efectos aún están pendientes de verifica­ción, como corresponde a un buen ejercicio. Puede decirse entonces que recomiendo aquí, no sin cierta desfachatez, una película que jamás he visto, una serie compuesta de tres películas vistas por separado y que en mi memoria viven juntas.

Las tres películas transitan oficialmente en el género del documental, pero las tres pueden despertar suspicacias que las sitúan en un ambiguo límite entre lo estrictamente documental y la ficción. La película de Welles se construye como un vertiginoso sistema de historias concéntricas que giran alrededor de Elmyr de Hory, un bizarro personaje fallecido en 1976 en Ibiza conocido como el falsificador de pinturas más exitoso del mundo, con el curioso don de poder, no ya copiar cuadros célebres, sino copiar estilos y por lo tanto producir obras “inéditas” de los grandes maestros. Exit through the gift shop es probablemente la de mayor au­dacia en términos de metalenguaje ya que al día de hoy no existe consenso en la crítica acerca de si la película es en sí misma un documental apócrifo o no: lo que parece iniciarse como un retrato de Banksy se torna casi accidentalmente en la biopic de quien debía ser el documentalista, un francés llamado Thierry Guetta que se transformara en un artista callejero tan repentina y exitosamente que pondrá a Bank­sy, paradójicamente, al borde del territorio del establish­ment cuyo rechazo es leit motiv de su obras. En Francofonia, Sokurov se propone un melancólico homenaje al Louvre, estructurado alrededor de un relato algo ficcionado de la tirante relación entre Jacques Jaujard, curador del museo durante la ocupación nazi de París y el coronel Franz Metter­nich, interventor oficial del Reich para la conservación de las obras de arte en zonas de conflicto.

Tres películas relativamente breves (una característica que agradezco en general) con una temática en común enfo­cada en los modos en que puede desestabilizarse la carga de sentido de la obra de arte frente a la falsificación (F for Fake), la mercantilización (Exit through…) y la museificación (Francofonia), tres estructuras narrativas intencionalmente fragmentarias y algo confusas, que juegan con la posibili­dad del relato apócrifo sin negarlo ni confirmarlo, y que nos recuerdan algo que no nos viene mal a los arquitectos: que el concepto de obra de arte es frágil y de bordes difusos, y que en esa fragilidad reside a la vez su fortaleza.

Les propongo, entonces, que intenten el experimento. F for Fake, Exit through the giftshop, Francofonia; las tres al hilo, y después me cuentan.