Maldito balcón corrido

Roberto Bonifacio

jueves, 25 de julio de 2024  |   

En estas reflexiones acerca de un aspecto -aparentemente secundario- de nuestras edificaciones dentro de la ciudad de Buenos Aires, intentaré cuestionar un elemento que es asiduo integrante en el diseño de edificios de vivienda colectiva (edificios de departamentos construidos por iniciativa privada), y que a mi juicio se ha incorporado masivamente, naturalizando su adopción. Quiero proponer aquí someter este elemento a un análisis crítico, con la esperanza de contribuir a no dar por sentada su existencia. Me refiero a los balcones que sobresalen por fuera de los planos de fachadas, que se extienden sin solución de continuidad hacia el espacio urbano de calles y avenidas, en toda la extensión de la línea de frente de la parcela: el denominado balcón corrido (Fig. 1).


Figura 1. La adopción masiva del balcón corrido.

La arquitectura de Buenos Aires, expresada a través de sus fachadas configuradoras del espacio público, tiene una rica y variada tradición hasta la década de 1960. Desde las fachadas del eclecticismo, de textura gruesa que combinaban balcones con cuerpos salientes (Fig. 2), creando un contrapunto entre las direcciones horizontal y vertical, pasando por las más austeras de fachada plana características de las primeras décadas del siglo XX (Fig. 3), o las del período art decó, que aportaron a la tradición la operatoria de sustracción: el balcón socavado dentro del volumen edilicio (Fig. 4) y la arquitectura racionalista, que combinó certeramente balcones, cuerpos salientes y balcones socavados (Fig. 5).


Figura 2. La mixtura de balcón, balcón francés y cuerpos salientes de finales del siglo XIX.


Figura 3. Predominio del muro calado y balcones acotados en su extensión, ritmando la organización de la fachada.


Figura 4. El plano de fachada y el balcón socavado.


Figura 5. El cuerpo saliente, el balcón y el balcón socavado del período racionalista.

Todo ese repertorio de alternativas experimentadas por la legión de arquitectos que nos precedieron es echado al olvido; no tiene el merecido reconocimiento y es escaso el aporte de nuevas búsquedas. Muchos de los edificios proyectados por los arquitectos productores de la gran masa edilicia urbana del tipo propiedad horizontal adoptaron el balcón corrido como elemento constitutivo fundamental de la exteriorización edilicia hacia el espacio urbano (Fig. 6). Con esta adopción, la calidad de la forma urbana se ve claramente desvalorizada. La imagen edilicia se desvanece y es reemplazada por una repetición de placas horizontales, a lo largo de la cuadra y a todo lo alto. 


Figura 6. El debilitamiento de la fachada como configurante de la escena urbana.

Hay una minoría de honrosas excepciones, en las que los arquitectos no adoptan el cliché y retoman la exploración de alternativas de diseño que prescinden del balcón corrido.

El balcón corrido tiene, además, serias implicancias de diverso matiz en la configuración y expresión del espacio urbano. Por un lado, la monotonía resultante es abrumadora. No se tiene en cuenta si la fachada así proyectada contextualiza con los edificios adyacentes preexistentes, los que en muchos casos tienen clara evidencia de consolidación. Se pierde todo rasgo de identidad, ya que la propuesta es la misma aunque la localización nos remita a barrios de la ciudad totalmente diferentes o en contextos urbanos disímiles.

No tomamos conciencia, además, de que la proliferación y adopción masiva del balcón corrido, junto a los parámetros admitidos por la actual codificación edilicia para la ciudad, y sin tomar en consideración la orientación de las fachadas, está contribuyendo a convertir a las unidades de vivienda de Buenos Aires, y a la ciudad misma, en una ciudad oscura. 

A contramano de las recomendaciones que la crisis energética mundial y la amenaza del calentamiento global indican, estamos induciendo, indirectamente a través del balcón corrido, a un menor asoleamiento, una menor luminosidad y por lo tanto, a un mayor consumo de energía.

El balcón corrido tiene también influencia negativa sobre el arbolado urbano. La imposibilidad de expansión equilibrada de la copa de los árboles por el avance de los balcones corridos desequilibra la masa verde e induce a una poda absurda.

Cabe preguntarnos aquí, entonces, el porqué de su proliferación. Encuentro dos motivos, ambos poco gratos: uno, la ausencia de reflexión, de cuestionamiento al proyecto; se da por hecho, sin interrogarse acerca de su participación en todos los aspectos que he mencionado y que resultan en las  consecuencias indeseables, también aludidas. El segundo es todavía menos grato, y es el mercantilismo, en la peor acepción del término: “espíritu mercantil aplicado a cosas que no deben ser objeto de comercio”. Se venden metros de superficie construidos sobre tierra que no se han pagado, en este caso: el espacio público.