Ciudad, golpes y estrés: el impacto de no incluir

Nahuel Diego Jesús Caballero

miércoles, 18 de septiembre de 2024  |   

Desirée Fariello tiene 40 años, es arquitecta y trabaja en el Ministerio de Obras Públicas de la Nación desde 2011. Tiene una condición genética hereditaria que le afectó en una disminución de su audición y visión, denominada síndrome de Usher. Se conduce por el espacio público usando bastón verde, que significa visión disminuida.

Surge una pregunta ingenua: ¿cómo hace para viajar desde su casa de Villa del Parque hacia su trabajo en el microcentro? Su respuesta fue categórica: “¡Viajo llena de estrés!”

Según Carlson (2005), la palabra estrés se ha tomado prestada de la ingeniería, donde se refiere a la acción de las fuerzas físicas en las estructuras mecánicas. La palabra puede ser sustantivo o verbo, y el sustantivo puede referirse a las situaciones o a la respuesta del sujeto ante ellas. Cuando aquí decimos que alguien estaba sometido a estrés, queremos decir que alguien estaba expuesto a una reacción específica: una respuesta de estrés. En suma, estrés es un término impreciso, que puede referirse tanto a una respuesta de estrés como a una situación que induce una respuesta de estrés. La respuesta al estrés es una reacción fisiológica causada por la percepción de situaciones adversas o amenazantes.

Teniendo en cuenta esta definición, se puede analizar la ciudad con distintas perspectivas, desde una mirada hacia las barreras arquitectónicas, desde un análisis del diseño o los alcances de la Ley de accesibilidad N° 962. En este artículo, se pretende abordar desde la mirada de lo singular, considerando a la persona implicada en su doble condición de arquitecta y sujeto con padecimientos físicos y psíquicos. La palabra estrés fue el disparador para juntarnos con Desirée a reflexionar acerca de temas sensibles para los arquitectos/as-urbanistas, en pos de una ciudad inclusiva que otorgue salud mental a los sujetos.

Las reflexiones se iniciaron en el contexto de nuestra formación en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y al respecto Desirée relata:

“Se me presentó la disminución visual cuando estaba cursando el tercer año de arquitectura, y maldije el hecho de obedecer el mandato familiar de estudiar esta carrera. Para ser arquitecta, necesitas ‘ver’, diferenciar los tonos de los colores, el espacio, las distancias, etc. Amo la arquitectura y la volvería a cursar nuevamente, sin embargo, en ese momento deseé haber estudiado filosofía. Recuerdo que en la materia Instalaciones vimos barreras arquitectónicas muy por arriba, pero con una idea de la discapacidad en términos de ‘la silla de ruedas’, no se abordaron perspectivas como la disminución en audición o visión, como en mi caso, la inclusión de personas dentro del espectro autista, o con trastornos en salud mental. Tuve mucha resistencia en contar lo que me estaba ocurriendo a mis compañeros de cursada. En días que avanzaba la disminución visual mi médico me recomendó que vaya pensando en el uso del bastón verde. En un principio me desentendí de lo que significaba, pero al final tuve que ceder y hacer un curso para saber todo lo que implicaba. En una oportunidad, como colaboradora de un grupo de investigación en la FADU, expuse un trabajo y solicité que no apaguen la luz en la proyección de diapositivas, fue en ese momento por primera vez, cuando un compañero me preguntó cuál era el tema con la luz, le contesté que no veía bien. Esta persona, llamada Rodolfo Macera (arquitecto); quedó sorprendido por esa confesión al no darse cuenta acerca de mi condición en todo recorrido del trabajo de investigación. Posteriormente, esta persona sería clave en mi vida profesional al darme mi primera oportunidad de trabajo formal”.

En mi formación de grado, recuerdo que se estudiaba la Ley de accesibilidad N°962 en la materia Dirección y Legislación de Obras, y el espíritu de esa época, la idea de taller, funcionaba como acompañamiento del estudiante hacia la preparación de un buen examen final, con lo cual aquellos temas que se veían en el año oficiaban como disparador para despertar el interés de cada especificidad. Una mañana de viernes de la misma materia, en la cátedra de la Arq. Inés Bodio, nos sorprendió una silla de ruedas en el escenario. Un compañero se ofreció a sentarse en ella y efectuar los movimientos para egresar e ingresar al aula. Este ejercicio nos hizo pensar acerca de las dificultades reales que atraviesan las personas con alguna discapacidad. 

La formación de grado ofrece materias electivas, posgrados y carreras de especialización en salud, pero, coincidiendo con lo que expresa Desirée, falta profundizar en otras consideraciones en cuanto a habilidades disminuidas que no solo se agotan en lo fisiológico. 

Teniendo en cuenta lo anterior, la interacción con lo físico y su relación con la ciudad, Desirée sostiene que

“En la ciudad la clave es la orientación, salir hacia el trabajo desde mi casa me demanda preparación mental. Ocupo más tiempo que los demás para pensar los movimientos. Muchas veces he vuelto a casa llorando de estrés y frustración. Con respecto a las barreras arquitectónicas, no se agota el tema en la pendiente de la rampa y la altura del pasamanos para saldar los accesos a edificios desde las veredas. Las superficies de solados en el espacio público con líneas continuas son de gran ayuda; asimismo, elementos longitudinales como los cordones y zócalos otorgan seguridad y continuidad de paso. Sin embargo, una calle de convivencia donde todo solado permanece al mismo nivel, sus texturas tienden a desorientar, sumado al impacto con los bolardos pintados de negro, me ocasionan lastimaduras en los pies y piernas. 
“El bastón que me ayuda tiene una puntera giratoria (esfera que gira 360° en todo sentido), se desliza horizontalmente sobre el piso en el ancho del cuerpo y para advertir lo que viene de frente. En muchos casos me choco con andamios de las obras en veredas, toldos y ramas de árboles que están por encima del barrido del bastón. ¿Viste cuando bajás una escalera y esperas el contacto del piso, pero hay vacío, es como que la sensación de falta de sustentación te toma todo el cuerpo?, bueno, yo tanteo que no hay nada o hay una junta de separación o un pozo, y el bastón me anuncia en el cuerpo esa sensación de vacío.  
“Respecto al transporte público, en los colectivos, el espacio para personas con discapacidad está casi a la mitad del coche y los asientos orientados hacia atrás, en mi condición necesito comunicación con el chofer o estar adelante para orientarme mejor, sin embargo, está prohibido los primeros asientos para la discapacidad. Antes mi lugar de trabajo estaba en Plaza de Mayo y en cuadras ortogonales es fácil orientarse, en cambio en Diagonal Norte es difícil. Por ejemplo, si una persona te ayuda a bajar del colectivo o te cruza, es difícil orientarse en la intersección de una calle ortogonal con una diagonal, hay más esquinas distintas y te toma más tiempo la identificación de la esquina en la cual estás situada en referencia al norte, gracias a Dios soy arquitecta, imagínate una persona con ceguera los puntos de referencia son peores”.

En referencia a la accesibilidad, en el marco de una jornada organizada por el Ministerio de Obras Públicas y la Agencia Nacional de Discapacidad, realizada en 2022, fuimos invitados a analizar y diagnosticar la obra pública con una mirada de inclusión. Esa tarde quedaron dos incógnitas a despejar; por un lado, quién es el sujeto en quien pensamos como usuario de la ciudad, ¿es la silueta del dibujo del Modulor de Le Corbusier? Esa silueta, ¿es una mujer? ¿Es Desirée? ¿Son mayores adultos? ¿Embarazadas, bebés o infantes? Por otro lado, cuando se redactó la Ley de Accesibilidad, ¿fue redactada por arquitectos y arquitectas? Y si tiene que ser reformulada, ¿tiene que ser reformulada por arquitectos o arquitectas o por un equipo interdisciplinario? En línea con la teoría de Rolando García (2006) de Sistemas Complejos: la accesibilidad es un tema que necesita a los usuarios para ser abordado por su complejidad

Síndrome de Usher. Disminución paulatina del campo visual.

En su rol de arquitecta diseñadora, Desirée considera que “El diseño de la ciudad inclusiva está diseñado por personas desinformadas. No supervisan, no cotejan y no corroboran los resultados. Quiere decir que están diseñadas por personas que no tienen la real inmensidad de los problemas. Cada día vivo una odisea, y superviso soluciones en el espacio público que no funcionan. No culpo a la gente por mi condición, porque la mayoría quiere ayudar. Por un lado, una persona que me quiere orientar me puede perjudicar más, pero por el otro, en lugares donde estoy sola espero un largo tiempo que aparezca alguien para hacerle una pregunta para orientarme. Usar bastón y depender de muchas variables para conducirnos en la calle es una sensación de que estamos perdiendo batallas todos los días.  Sin embargo, creo que se puede pensar el diseño de la ciudad con variables en la cuales no perdamos tanto nuestra autonomía y depender menos del otro. Puede ayudar la educación y la divulgación de esta temática en los ciudadanos y mis colegas y formar equipos interdisciplinarios para abordar la complejidad de los problemas para posteriormente plasmar lo trabajado en normativas sobre espacio público”. 

En cuanto a la profesión, se desagregaron preguntas para el escenario de las prácticas profesionales. En arquitectura, ¿qué formación académica recibimos en función de estas perspectivas inclusivas? ¿Participamos de espacios, charlas o debates para una formación continua? ¿Tendríamos que revisar la ley de accesibilidad considerando la voz de los usuarios basadas en sus experiencias? ¿Podrían existir espacios de capacitación impartidos por profesionales o no profesionales que tengan una condición de habilidades disminuidas enseñando desde la praxis? En este sentido, ¿se podría pensar qué oportunidades laborales puede tener un profesional con ceguera o disminución visual? ¿Son equitativas las oportunidades de acceso al trabajo para estas personas? Un empleador o colega que recibe un currículum de un profesional altamente calificado, en consecuencia, concreta una entrevista, al momento de la entrevista llega un profesional con un bastón blanco o verde, ¿sería contratado?[1]. ¿Todo profesional solo proyecta, dirige o supervisa obra? ¿Se puede pensar en espacios laborales manejando software para investigación, cómputos métricos, presupuestos o revisión de documentación licitatoria o pliegos para obra pública o privada? (La respuesta a esta última pregunta es “sí”; un ejemplo es el de Manuel Choque como empleado administrativo del Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública - CeDIAP).[2]

Una última preocupación de Desirée durante la charla que mantuvimos, con respecto a las oportunidades del derecho a acceso al trabajo, fue: “No solo me preocupa el estrés y los golpes de la ciudad, sino también, los espacios disminuidos que tengo para ejercer…”  

Con este artículo quiero reflexionar bajo qué tensiones están sometidos los sujetos de la ciudad y cómo los afecta psicológicamente. Por un lado, la dimensión de lo real, lo físico, lo sensorial que impacta; y por otro lado, la dimensión que tiene que ver con lo anímico, emocional, que es variable y en ocasiones declina frente a preocupaciones e incertidumbre económica laboral. En ese sentido Stolkiner (2021) define la salud como el máximo bienestar posible en cada momento histórico y circunstancia determinada, producto de la interacción permanente de trasformación recíproca entre el sujeto (sujeto social) y su realidad. Stolkiner también plantea, para el abordaje de problemáticas cotidianas, una delimitación metodológica en la articulación de sujeto/sociedad: lo económico, las formas institucionales y lo cotidiano. En el extremo estaría la irreductible particularidad de cada sujeto; las formas institucionales –como forma de producción y reproducción de las relaciones sociales y lo económico– no es algo que influye en los sujetos, sino que se entreteje en el texto de su configuración en la medida en que se imbrica en las representaciones sociales y en las formas institucionales (las determina y su vez es determinado por ellas). 

En este caso, Desirée, en una dimensión micro, no está en igualdad de condiciones respecto a la interacción con la ciudad; en una dimensión media, tiene reducida la libertad de elección en cuanto a su ejercicio profesional; y en una dimensión macro se mueve en un contexto económico excluyente de productividad e inmediatez que afecta su fuente de trabajo. Todo esto resulta ser sensiblemente estresante. Con respecto a la salud, Fridman (2009) propone, ante la idea de cura como restablecimiento de lo sano, recuperar la acepción antigua de la palabra sorge, que significa ocuparse, preocuparse con detenimiento en una cosa. Sugiere el concepto de acompañar a aquellos que se encuentran recorriendo una experiencia apremiante. Los arquitectos y arquitectas, ¿consideramos a los colegas? ¿Generamos espacios para que todos estén incluidos? ¿Damos lugar para que se desarrolle (o pase) el otro? ¿Avanzamos juntos de la mano? En términos de Fridman (2009), ¿acompañamos y nos sentimos acompañados por colegas? ¿Existe una red de acompañamiento y apoyo para colegas que más necesitan?


[1] Decreto 1099/84 Código de ética. Libro primero 1.2. Deberes primordiales de los profesionales. Disponible aquí. Consultado el 28/07 del 2024.

[2] CeDIAP 30 años. Serie Protagonistas. Consultado el 28/07 del 2024.

 

Referencias

Carlson, N. R. (2005). Fisiología de la conducta (8ª ed.). Pearson Educación, S.A.

Fridman, P. (2009). Los principios de bioética en salud mental y psicoanálisis. En J. C. Fantin & P. Fridman (Comps.), Bioética, salud mental y psicoanálisis (pp. 33-44). Polemos.

García, R. (2006). Sistemas complejos (1ª ed.). Ed. Gedisa.

Ley N.º 962 accesibilidad física para todos. Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (2002).

Stolkiner, A. (2021). Prácticas en salud mental (1ª ed.). Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico.