Educación e investigación en un momento de urgencia social y ambiental

Iñaki Alday

martes, 26 de julio de 2022  |   

La práctica y la educación en Arquitectura han aumentado en complejidad en paralelo a tantas otras áreas del conocimiento y la práctica profesional en el mundo contemporáneo. Por un lado, la revolución digital, la globalización o la disponibilidad de información y datos han transformado la arquitectura y prácticamente cualquier actividad humana. La humanidad se enfrenta a una combinación de crisis económicas, políticas y ecológicas[1] que exigen un cambio profundo en la forma en que habitamos el planeta y las estructuras físicas y no físicas que organizan la vida en él. Por fin hemos descubierto la limitación de los recursos planetarios, y estamos empezando a asumir el coste de los daños producidos desde la era industrial. Y por encima de todos ellos, los sistemas hidrológicos y el agua, el recurso más amenazado y que ya está determinando la viabilidad de grandes territorios planetarios (por escasez, exceso, contaminación o transformación de sus substancia).

La complejidad del entorno construido no puede abordarse de manera efectiva de forma aislada desde ninguna de sus disciplinas tradicionales. La arquitectura de los objetos no suele ir mucho más allá de servir al mercado proporcionando el producto demandado. El urbanismo tradicional del plan maestro no nos permite abordar las dimensiones regionales y metropolitanas de la ciudad metabólica. La ingeniería ha perpetuado la lógica de la especialización industrial, diseñando infraestructuras monofuncionales que tienden a resolver un problema mientras generan tres problemas adicionales (ver desde carreteras urbanas hasta canales fluviales o sistemas de bombeo). La arquitectura, la ingeniería y el urbanismo han multiplicado su complejidad y desdibujado la claridad de sus límites y diferencias. A menudo, en vez de sumar, acaban por superponerse involuntariamente y generando conflictos poco productivos.

Cien años después de la aparición de la era moderna y, con ella, la definición regulatoria y pedagógica de la arquitectura y del urbanismo, la arquitectura ha sufrido fases de florecimiento y crisis. Durante ellas, la ambición, el compromiso y el sentido de relevancia han flaqueado y, con la postmodernidad, casi desaparecido. ¿Tiene sentido pensar en una agenda común para la arquitectura, el urbanismo y el paisajismo en este momento histórico? Y si es así, ¿cómo vamos a educar a los profesionales que necesitamos?

Las infraestructuras han sido históricamente, y siguen siendo en la actualidad, las principales herramientas en la transformación del territorio. Sin embargo, la arquitectura y el urbanismo han estado tradicionalmente muy alejados del diseño e integración de infraestructuras urbanas y territoriales, perdiendo oportunidades de impacto y mejora de las soluciones finalmente construidas. La capacidad de la arquitectura para sintetizar la complejidad y abordar de forma holística las transformaciones derivadas de la inserción de infraestructuras debe servir para cambiar la práctica habitual de responder a lógicas únicas, aisladas de su contexto (transporte, saneamiento, agua, movilidad, energía, etc.). 


Propuesta de infraestructuras descentralizadas para Nueva Delhi, por Eliott Moreau. Yamuna River Project, Escuela de Arquitectura de Tulane. Profesores y investigadores principales: Iñaki Alday y Pankaj Vir Gupta.

Las escuelas de arquitectura y urbanismo deberíamos tener el mandato de educar los profesionales capaces de realizar esta síntesis de la complejidad, focalizándonos en los problemas a resolver en lugar de en nuestras competencias profesionales. El “problema” es quien determina no solo la línea de trabajo para su resolución, sino también los distintos expertos necesarios para abordarlo con efectividad. A partir de esta premisa, los arquitectos, urbanistas y paisajistas pueden estar mejor preparados que cualquier otra profesión para incorporar todo tipo de aspectos sociales, técnicos, medioambientales o económicos… siempre que sepamos reconocer las contribuciones expertas del resto de agentes.

Sin embargo y aunque esencial, esto no es suficiente. La importancia de los retos medioambientales y sociales de hoy requiere cambios radicales, es decir, “innovación”. Esta es la segunda misión de las universidades: la generación de conocimiento. La extraordinaria acumulación de expertos de diferentes campos presenta unas condiciones irreplicables fuera de estas enormes instituciones. “Research Universities” (universidades con un mandato principal de investigación) como Tulane University en Nueva Orleans, es un modelo de investigación multidisciplinar, a través de centros como el ByWater, pero también desde el propio enfoque de escuelas como la Escuela de Arquitectura y sus cursos de “proyectos de investigación” (Research Studios). A través del Yamuna River Project[2,3], en colaboración con la Universidad de Virginia, hemos hecho aportaciones fundamentales al planeamiento de la capital de la mayor democracia del planeta, Delhi, hasta ahora sometida a una de las crisis ambientales más agudas de entre las grandes megalópolis. Con una metodología similar, estamos trabajando en Adís Abeba[4], la capital africana que se asentó en uno de los territorios riparios más complejos y delicados del continente, y por supuesto en Nueva Orleans, la que fue tercera ciudad de los Estados Unidos de América, quizás la más compleja históricamente, y hoy en día bajo la amenaza existencial de la combinación del cambio climático y las infraestructuras hidráulicas que permitieron ocupar los pantanos de Luisiana… y a la vez iniciaron la destrucción del sistema deltaico.


Propuesta de estructura ecológica para la ciudad de Addis Ababa. Addis Ababa Research Project, Escuela de Arquitectura de Tulane. Profesor y investigador principal: Rubén García Rubio.

Tulane ha trabajado con el Municipio de Quilmes (junto a Buenos Aires) abordando sus dos principales dilemas: el sistema de arroyos urbanos y la ocupación del frente del Río de la Plata buscando modelos ecológicos que garanticen la resiliencia y la salud medioambiental[5]. Pero las universidades no dictaminan ni toman decisiones, sino que informan y guían a la sociedad y a los administradores públicos. Las universidades, a través de estos proyectos de investigación, ponen un espejo delante de situaciones críticas explicando toda su complejidad e implicaciones. Además, como arquitectos, incluimos escenarios de transformación, algo que permite dirigir acciones, involucrar a los ciudadanos y guiar a los administradores. Algo que, bien utilizado, puede otorgar un enorme poder de liderazgo.

El objetivo ineludible de la educación de la arquitectura, del urbanismo, del paisajismo y de la ingeniería no puede ser otro que transformar la forma en que habitamos el planeta. La individualidad de los arquitectos –y del resto de profesionales del entorno construido–, su capacidad creativa y su compromiso intelectual cobran verdadero sentido cuando se centran en comprender las preocupaciones sociales y en afrontar el reto ambiental y social, dejando atrás la realización personal. Alinear la creatividad individual y del equipo con las necesidades sociales y ecológicas es urgente tanto para el planeta como para la relevancia de nuestras profesiones, especialmente después de décadas de sumisión posmoderna al servicio populista al mercado y de las dinámicas neoliberales. 


Propuesta de ordenacion de la ribera de Quilmes. Escuela de Arquitectura de Tulane. Profesor y investigador principal: Iñaki Alday. Imagen: Mario Monclus.

La arquitectura y el urbanismo son las ciencias del habitar y construir la ciudad, un compromiso que es más crítico que nunca cuando reconocemos que la habitabilidad del planeta está seriamente comprometida. La urgencia del desafío ambiental y la creciente desigualdad requieren soluciones físicas: arquitectura, paisajismo, planificación urbana, ingeniería y todas las combinaciones posibles entre ellos y otros campos del conocimiento. Contra las disquisiciones sobre los territorios disciplinarios, el diseño cambia el enfoque del objeto (construcción, paisaje, infraestructura) a la acción: transformar una realidad, gestionar creativamente la complejidad. Hablamos de “problemas a resolver”, a diferencia de los territorios de práctica o educación. Con este cambio, el límite de propiedad de cada territorio profesional pierde relevancia. El objetivo es sintetizar respuestas complejas para las necesidades del lugar y de su gente. 

La arquitectura resuelve problemas –empezando por proporcionar refugio– pero los nuevos retos han crecido en escala y son producto de prácticas anteriores. Las crisis ambientales y sociales han sido alimentadas por el uso de materiales, el desarrollo de las ciudades y su impacto en el metabolismo territorial, el descuido de los elementos naturales y su dinámica, y muchas otras decisiones en la construcción del hábitat planetario. La urgencia de repensar este hábitat requiere una actitud de innovación consciente, a una escala y a un ritmo ajeno a lo que ha sido la evolución tradicional de la disciplina, una actitud que empieza con la educación de los profesionales en las escuelas y con el compromiso de la academia de generar conocimiento nuevo. 


Curso del Taimoor en Nueva Delhi. Foto: Randir Singh.

 


[1] Purdy, J. (2015). After Nature. Harvard University Press
[2] Alday, I., Gupta, P. V. (2018). Yamuna River Project. New Delhi Urban Ecology. ACTAR
[3] Más información »
[4] Garcia Rubio, R. y Taylor J., S. (2020). Resilient Urban Ecologies: Adaptive Sustainable Infrastructures for Addis Ababa. The Plan Journal, 5(2).
[5] M[as información »

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