Argentina en la bienal de Venecia

jueves, 23 de marzo de 2017  |   

Dos notas sobre el pabellón argentino: por un lado, una memoria de autor; por otro, un registro del debate organizado en la FADU a propósito de la curaduría de la producción local que se presenta en el mismo.

ExperimentAR: poéticas desde la frontera
Por Arq. Atilio Pentimalli


“En realidad la arquitectura no me gusta, me gusta hacer arquitectura, que no es lo mismo. Me gusta experimentar, me gusta hacer lo que no hay.”
Rafael Iglesia

“Hölderlin es el precursor de los poetas en tiempos de penuria. Por eso, ningún poeta de esta época puede superarlo. Sin embargo el precursor no se marcha hacia un futuro, sino que vuelve de él, de tal modo, que sólo en el advenimiento de su palabra se hace presente el futuro…”
Martin Heidegger


Arquitecturas, modos de hacer y habitar; poéticas que abrevan memorias del futuro. Arquitecturas, que en mayor o menor medida son experimentos, ex­periencias vitales de posibles. No abstracciones; lo ya conocido, lo que ocupa formalmente el centro. Arquitecturas que se extienden en una línea imposi­ble: en el territorio quimérico de la Pampa. En definitiva, mestizajes america­nos, arquitecturas que advienen desde la frontera, no sólo física, también del pensamiento…

En la repetición de fórmulas exitosas se perpetúa lo conocido, lo que ya está, lo que funciona. Es en la experimentación donde surgen nuevos espacios y formas, originales y creativas maneras de ir más allá de lo conocido. Apuntar a no conformarse sólo con un ámbito académico teórico, ni construir por construir, sino intentar llevar diariamente lo nuevo a la obra, acercándolo a la gente, para que lo viva y sienta, para mejorarle su calidad de vida. Tiene que ver también con enfrentarse al conflicto, para llevar al extremo eso que tanto le gustaba sentir a Rafael Iglesia: “hacer lo que no hay”.

El pabellón - Curador: Atilio Pentimalli / Director artístico: Alejandro Vaca Bononato
Equipo de proyecto: Ana Arlia / Colaboradora: Camila Urani

La muestra argentina está compuesta por obras de: a77 (Gustavo Dieguez / Lucas Gilardi), Amancio Wi­lliams, Ariel Jacubovich / Martín Flugelman, Claudio Caveri, Claudio Vekstein, Diego Arraigada, Francis­co Cadau / Andrea Lanziani, Francisco Salamone, Horacio Baliero / Carmen Córdova, Ignacio Ruiz Orrico / María Ruiz Orrico / Martín Alvarez / Roberto Lombardi, Jorge Scrimaglio, Mario Gonzalez / Raquel Addesso, Nicolás Campodónico, Pablo Beitia, Rafael Iglesia y Vicente Krause.

La muestra se despliega entrelazada en laberínticas estructuras autoportantes de listones de madera, su­mergiéndose en una atmósfera de laberintos borgeanos, conteniendo todo nuestro universo de exploraciones ar­quitectónicas. Propusimos llevar a Venecia obras argen­tinas que hayan logrado, a través de la experimentación y la exploración en lo cotidiano, ir más allá de la norma. Obras que hayan conseguido un plus en encargos de bajo presupuesto y quizás pocas pretensiones de arranque. Que hayan podido ganar la batalla diaria contra los códi­gos, la falta de recursos económicos, las condiciones fluc­tuantes del país, los tiempos y las exigencias del merca­do, a través de la inteligencia, la intuición, el trabajo y el talento argentino para lograr una Arquitectura singular, surgida de lo más profundo de nuestro pensamiento y de nuestra tierra, abriendo nuevos horizontes.

El pabellón nace de un rememorar el futuro, de un regre­so a volver a mirar dos proyectos argentinos quizás poco conocidos pero bien originales. Una obra original vuelve al origen. Ese origen que origina, que crea: la escalera de madera de Rafael Iglesia y la capilla de madera de Jorge Scrimaglio (recientemente demolida). Dos proyectos que han logrado trascender las modas, que a pesar de haberse construido en el “pasado” siguen vigentes, son contemporáneos, siguen siendo sin terminar de ser… Por eso los seguimos mirando, porque siguen teniendo cosas para decirnos. Vienen del futuro a formularnos preguntas del presente.

El pabellón argentino para la bienal de Venecia es una instalación que retoma el sistema de entramado de vigas del edificio Altamira de Rafael Iglesia y lo regresa a su estado inicial, al sistema constructivo y materialidad que le dio origen: la madera. También retoma las investigacio­nes de la escalera de madera de la casa Del Grande y los ejercicios experimentales realizados por Jorge Scrima­glio y sus estudiantes en la capilla del Espíritu Santo del Hogar Universitario Femenino. Los listones conforman vigas que se van apoyando unas con otras creando va­riadas configuraciones y espacialidades para albergar la muestra argentina. Toda la estructura trabaja en forma solidaria transmitiendo un espíritu de unión y conviven­cia entre los múltiples y variados actores en una obra de arquitectura.

Los módulos de madera de tramas horizontales (horizon­te pampeano) son pequeños ejercicios, ensayos, que surgen de la insistente manipulación de un único elemento, un listón de 4´x 4´; llevando más allá sus posibilidades formales y espaciales. Mediante trabas se resuelven los paneles de las muestras, bancos de descanso, pequeñas ménsulas para soportes de folletería y catálogos.

Las tramas abiertas generadas por los listones de madera permiten vivenciar la muestra siempre con perspectivas tamizadas del magnífico interior del Arsenal. Como decía el maestro Frank Lloyd Wright, “un edificio es la inspira­ción de un sitio”; las estructuras de madera retoman el entramado de vigas del techo del Arsenal y lo despliegan espacialmente recreando una atmósfera inicial... Explo­ran en la memoria del sitio, en aquellos antiguos esquele­tos de navíos que se solían experimentar y construir allá por la Edad Media, en este mítico astillero veneciano.

El pabellón es una estructura ambigua, contradictoria, múltiple, y por eso vital. No tiene un único significado. Es una experimentación en sí misma. Experimenta en el espacio de tiempo contenido en la magnífica nave del pabellón argentino en los Arsenales. Ese tiempo no es cronológico, no es pasado. Es un tiempo que sigue acon­teciendo. Es un tiempo vivo, creador.

Experimentar las poéticas desde la frontera, es expe­rimentar zonas no exclusivas y de confort, de la única definición, de la tiranía de la idea o del concepto. Experi­mentar las Poéticas desde la Frontera es experimentar la diferencia. Como dice el pensador: “memorias del futuro o este futuro que busca recordar su sentido”. Ese es el atributo de la misión poética, que no es una fuga román­tica de la realidad como las visiones del frente informan, sino una auténtica experiencia en zona de frontera. Esa es la radicalidad de lo poético. Frente a los purismos binarios, reduccionistas abstractos, miradas totalizantes del centro también de la disciplina- paisajes de la erran­cia, brumas de lo no cosificado y la barbarie, poéticas de la diferencia. Arquitecturas que se extienden en una línea imposible: en el territorio quimérico de la Pampa. Implicados en la construcción de nuevos sentidos, lo por conocer, que es brumoso en su in-finición / in-definición, paisajes construidos desde nuestro suelo cultural; poéticas de la tierra y el vacío. Frente a las totalidades ob­jetuales cerradas, asociaciones inductivas, poéticas de lo inacabado y del fracaso. Cosas en el espacio y no objetos puestos en el espacio, poéticas del espacio y el tiempo. Lo auténticamente contemporáneo, nuestro tiempo y lugar, abrevan en las fronteras de lo no conocido, de lo contami­nado, poéticas del mestizaje y el misterio…

Una tarde con Scrimaglio
A nuestra llegada de Venecia, un hermoso regalo. Un inesperado email de Ignacio Almeyda, colaborador más cercano del maestro Scrimaglio, nos comunica sobre el interés de Jorge en encontrarse con nosotros para cono­cernos y poder tener una charla en Buenos Aires. La cita es en el Petit Colón, una lluviosa tarde de sábado, no hace muchos días atrás. El maestro nos espera en el centro del salón, alto, de claro, sus rasgos angulosos, sus grandes manos. Fueron tres horas sin tiempo. Tres horas de hablar en el mismo lenguaje, el poético. Le comentamos que desde un principio tuvimos la intuición que a Venecia no íbamos a ir a vender nada… sino más bien íbamos a com­partir con el mundo nuestra experimentación, nuestro experimentar desde aquí. Se alegró por esto. Bastaron unas pocas frases: “una obra de arquitectura es ante todo una obra de arte” o “el sentido de una obra de arquitectu­ra es espiritual”. Cosas que quizás ya hemos olvidado con tanto mercado, tanto fideicomiso y tanto desarrollador. Pensamientos y sentimientos que para recuperarlos qui­zás tengamos que regresar a nuestros orígenes… volver a hablar con estos maestros, están aquí, vivos… 

 

Versiones de lo actual
Por Arq. Roberto Lombardi

La Participación Nacional Argentina en la 15° Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia 2016 ha abierto nuevas oportunidades para que el evento canalice la re­flexión pública sobre la producción local contemporánea. Desde que Cancillería concretó la continuidad de repre­sentación en 2012 y convino una colaboración estratégica con el CPAU para definir en cada versión los criterios de curaduría y exposición, por primera vez la selección se hizo a través de un concurso por invitación, que avanzó por etapas hasta definir un ganador.

La propuesta de Pentimalli, Vaca Bononato y Arlia pre­senta una instalación muy consistentemente vinculada a una serie de casos de arquitectura expuestos en paneles asociados temáticamente, conformando un recorrido que despliega una versión de la arquitectura argentina actual manifestada en imágenes fragmentarias de casos de un amplio arco histórico.

El debate en la FADU
La mesa redonda comenzó con exposiciones de algunos autores de obras seleccionadas: Francisco Cadau, Gustavo Diéguez, Ariel Jacubovich, Roberto Lombardi y Claudio Vekstein. Luego hicieron su presentación los curadores Atilio Pentimalli, Ale­jandro Vaca Bononato y Ana Arlia; para luego pasar a una discusión pública, con una introducción crítica de Miguel Jurado.

A partir de la inauguración se hicieron públicas algunas polémicas sobre los criterios de curaduría (las imágenes de las obras forzadas a subsumirse a un relato poético de autor, la presencia del pasado dominando la lectura de la producción actual, la despareja distribución de auto­res por región o género) y pareció oportuno alojar esa discusión en un evento público realizado en la FADU de la Universidad de Buenos Aires, con presencia de autores de las obras, de los curadores de la muestra y de críticos del medio local. Allí se desplegaron generosamente esos debates y se puso en evidencia que la tarea realizada en esta Bienal asume con audacia la figura del curador como responsable de proyectar cómo representarnos. En esa discusión afloró una expectativa unánime: que esta oportuna decisión del CPAU de instalar un proceso de selección crecientemente público permita fortalecer esos roles a partir de entender la participación argentina en la Bienal como una secuencia abierta de versiones singula­res, reflexivas y constructivas, tomando este caso como un punto de inflexión hacia formas de representación cada vez más capaces de promover este saludable efecto de exposición, discusión y puesta en valor de produccio­nes e ideas. 


Francisco Cadau, Andrea Lanziani. Cuatro casas con patio al frente, Campana. 2008. Fotografía Gustavo Sosa Pinilla.


Colectivo Arquitectura Pública Asamblearia (Ariel Jacubovich, Martín Flugelman); Asymetric; PICO Estudio. Espacio de Paz, Valle del Pino, Venezuela. 2015.


Estudio Ruiz Orrico + Martín Alvarez, Roberto Lombardi. Nave 1-2, Villa María. 2015. Fotografía de Gustavo Frittegotto.


Claudio Vekstein, Marcelo Barreiro. Colegio Montessori, Luján. 2013-15 (en terminación). Fotografía de Sergio Esmoris.