Perspectivas económicas 2019
Agustín D'Attellis
Las perspectivas en materia económica para este 2019 no lucen alentadoras. Existe una dinámica recesiva ya lanzada, donde todos los motores del crecimiento se encuentran en franca retracción. El principal de ellos, el consumo privado, que explica alrededor del 75% de la demanda agregada, viene cayendo como consecuencia de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y la contracción del crédito.
Según datos del INDEC, los salarios registrados (CVS) acumulan una pérdida de 18 puntos porcentuales, en relación a la evolución del promedio de los precios minoristas (IPC), medidos por el mismo organismo. Por su parte, las altas tasas de interés que utiliza el Banco Central como herramienta de sostenimiento de la estabilidad cambiaria, actúan de condicionante a cualquier expansión del crédito, sobre todo en una economía en la cual, dada la pérdida de poder de compra de los ingresos, las familias recayeron en la utilización del crédito como mecanismo de compensación y como intento de no resignar un mínimo bienestar.
Por el lado de la demanda, este sobre-endeudamiento familiar con altas tasas de interés que potencian el peso de las deudas en los ingresos totales frente a la necesidad de refinanciamiento, sumado a la política de aumento de encajes remunerados que propicia el Banco Central, por el lado de la oferta, explican la desaparición del crédito. De esta forma, con pérdida de poder de compra y sin crédito, el consumo interno continuará su derrotero.
Por el lado del impulso externo, vía crecimiento de las exportaciones, no se vislumbra una salida tampoco. En primer lugar, se trata de una variable de muy poco peso en la demanda agregada de nuestra economía, a la vez que no ha resultado impulsada de manera significativa, ni siquiera tras la fuerte devaluación del año pasado. A lo largo de 2018, según datos del INDEC, las exportaciones, en cantidades, crecieron apenas un 0,5%.
En relación a este impulso desde el exterior, resultarán clave factores externos, tales como el crecimiento en Brasil, el clima, o la estabilidad política en la región. Por el lado de la utilización del gasto público como instrumento de estímulo al crecimiento, en condiciones como las actuales no podemos esperar más que el efecto contrario. El compromiso asumido por el gobierno nacional con el FMI implica la búsqueda de un objetivo de déficit cero, que responde a un programa de ajuste fiscal, de impacto contractivo.
Por último y hasta el momento, la inversión se destaca por su ausencia, a la vez que las condiciones de altas tasas de interés y mercado interno deprimido garantizan su escasa probabilidad de aparición en el futuro próximo. En un contexto como el descripto, y con un aparato productivo que, dada la caída de la demanda, se encuentra operando con casi el 50% de su capacidad ociosa, es esperable que resulten muy bajas las posibles inversiones este año, tanto externas como domésticas. De este análisis se desprende que el escenario de estanflación en el cual se encuentra la economía argentina, que viene de cerrar un 2018 con una caída de más de 2 puntos del PBI y una inflación minorista en 47,6%, se extenderá en este 2019 aunque con resultados más moderados. En este contexto, resulta esperable una contracción del PBI nuevamente en torno a los dos puntos porcentuales, y una inflación que, recesión mediante, continuará elevada, en torno a un 35%, dada la inercia inflacionaria vigente.
Sin embargo, existe otro escenario posible, que por el momento presenta una probabilidad de ocurrencia menor al precedente, y que implicaría el fracaso en la contención del actualmente contenido frente financiero. Por el momento, los inversores han decidido sostener sus posiciones en pesos en el corto plazo, apostando a la estabilidad cambiaria. Sin embargo, se conoce que al mercado financiero lo dominan dos fuerzas, la codicia y el pánico. Por el momento domina la codicia, en el corto plazo, monitoreando de cerca cada movimiento del resto de los participantes del juego. El momento en que se dispara el pánico resulta fugaz, puede darse a partir de la aparición de algún evento inesperado, del tipo de un cisne negro, o sólo dispararse por un cambio de comportamiento de parte de algún actor relevante. En caso de que el mercado financiero anticipe el complejo escenario del año próximo y lo descuente en sus expectativas, la actual contención del frente financiero podría caerse como un castillo de naipes, y conducir a una situación donde las variables macroeconómicas indicarían una recesión de mayor alcance y profundidad, y una nueva disparada inflacionaria.
En el caso del sector de Real Estate, si bien la suba del dólar del año pasado impulsó el comienzo de algunas obras, el contexto general recesivo, y la falta de crédito en la economía, con las altas tasas de interés, y en particular el freno de los créditos UVA, actúan como condicionante de cualquier posibilidad seria de expansión. Nuestros índices CPAU, tanto de expectativas como de actividad, que relevamos mes a mes en base a encuestas sobre nuestros profesionales, permanecen en bajos niveles históricos, luego de una importante caída el año pasado, y una leve recuperación los últimos meses. Para retomar la senda del crecimiento, en ambos indicadores será necesario un horizonte más claro en lo económico, que este año dependerá fuertemente de lo político, y en particular una dinamización del mercado interno y una importante caída en las tasas de interés.