Entrevista | Rodrigo Cruz
“Los cambios introducidos permiten más creatividad y simplifican el trabajo”
El arquitecto Rodrigo Cruz, Subsecretario de Registros, Interpretación y Catastro porteño explica por qué era muy necesario tener nuevos códigos y cuáles son los beneficios para la ciudad y sus habitantes. Asegura que ahora los trámites para los profesionales serán menos y más ágiles.
“El proyecto de cambiar los códigos ya estaba planteado en el Plan Urbano Ambiental sancionado en 2008 y nosotros entendimos que era algo muy necesario”, responde Rodrigo Cruz, Subsecretario de Registros, Interpretación y Catastro del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCABA), cuando, ni bien llegados a su oficina en el edificio de la ex fábrica Canale en el barrio de Barracas, le preguntamos por la urgencia de aprobar la nueva normativa. El funcionario del Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte remarca que esta sensación de necesidad fue compartida en las rondas de trabajo que el GCABA organizó.
Ciertamente, el Código de Edificación era de 1943 y había tenido pocas modificaciones: su cambio más importante fue la Ley N° 962 de Accesibilidad. El de Planeamiento Urbano, por su parte, era de 1977 y, aunque tuvo importantes cambios (como las APH), estaba orientado a organizar una ciudad en base a zonificaciones por usos. “Nuestra voluntad era romper esa idea y hacer una ciudad con más mixtura, donde en cada sector se pudieran tener los servicios en forma completa. Y además tenemos el cambio de la edificabilidad, al pasar de un modelo de sustitución a otro de completamiento del tejido, algo que ya se había esbozado en las anteriores modificaciones”, explica Cruz.
Respecto de los cambios fundamentales que plantea el nuevo Código Urbanístico, la pregunta es cómo van a lograrlos a partir de una ciudad ya consolidada como lo es Buenos Aires. Cruz lo justifica: “Así se reconoce la identidad barrial y, en vez de pretender hacer un cambio completo, se termina de configurar esa situación dada”. Entonces los barrios bajos mantienen su nivel y las torres se reservan para los que ya tienen ese perfil de altura, como Puerto Madero o algún sector de Barrancas de Belgrano, donde el edificio de perímetro libre es la configuración más presente. En ese reconocimiento de la morfología de la ciudad es donde se apoya el concepto teórico del Código Urbanístico, según los impulsores del cambio.
Lograr el paso de zonning a usos mixtos y de completamiento a sustitución es un enorme desafío que presenta muchas aristas. Cruz no desconoce esta realidad:“La utilización inteligente y flexible del recurso físico permite que los edificios y los barrios tengan usos múltiples, que atiendan a la complejidad de la vida moderna”, analiza. “Lo que se busca es darle uniformidad a las manzanas y consolidar esos tejidos para evitar la ruptura de perfiles muy consolidados donde todavía no se había construido lo que permitía el CPU, pero que en muchos casos tenía un impacto violento respecto del barrio. Ya en marzo del año pasado habíamos sacado un DNU para evitar la proliferación de torres en los barrios bajos”, recuerda el subsecretario.
Los beneficios de la nueva ley
El trabajo que hizo el Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte en los últimos tres años, pero sobre todo en el último tramo, buscó estudiar cómo es esa configuración de la ciudad en forma completa, identificando los corredores de mayor densidad, muy vinculados a la matriz de movilidad y servicios.
Cruz resalta que el nuevo código favorece al sector Sur de la ciudad para propiciar su crecimiento y se intensifica el modelo de mixtura de usos y densidades. ”Por eso es que hicimos la Villa Olímpica en Lugano y estamos construyendo más de 3.000 viviendas en la Villa 20. Así esponjamos el barrio, le damos condiciones de habitabilidad y consolidamos el objetivo de urbanización”, destaca.
Para Cruz las transiciones son complicadas hasta asumir el impacto que significa un cambio de libro y sostiene que hubo mucha participación e incorporaciones a la normativa que surgieron de los profesionales, como desde el CPAU y el CPIC, que hicieron importantes aportes y también expresaron sus disidencias. “El nuevo código permite más creatividad porque hoy se pueden utilizar nuevos mecanismos, materiales y técnicas para construir que antes no estaban permitidos. Y en lo urbanístico, al desaparecer el FOT en muchos distritos, se simplifica lo que se puede hacer en cada terreno y a la larga es más sencillo para todos trabajar en cada lugar de la ciudad”, advierte.
Aunque ya es una ley sancionada, surgió la duda de si está prevista alguna forma para realizar enmiendas parciales o adendas a solicitud de los profesionales. El Subsecretario sostiene que si de la implementación o la puesta en marcha surgieran errores menores se podría revisar y utilizar el mecanismo de errata para subsanarlos en la Legislatura. Pero aclara que como los códigos y las leyes son estables, la idea no es revisar todo de nuevo porque para eso se tomaron todo este tiempo en la elaboración y discusión previa.
“Con este nuevo Código bajamos el nivel de interpretación de cada caso y pusimos un criterio general, por lo que no estamos de acuerdo con quienes dicen que ahora hay más ambigüedades”. Por otro lado, el funcionario asegura que los nuevos códigos no complican el desempeño de los arquitectos porque apuntan a la simplificación. “Generan nuevas oportunidades y más trabajo, algo que es muy beneficioso para los profesionales”, aclara.
En el Código de Edificación, la modificación más importante es que se abandona la prescripción de ciertos materiales para cumplir con cuestiones técnicas, y son prioridad las prestaciones y los objetivos. Este cambio, según Cruz, permite dar un gran incentivo a la innovación, con importantes mejoras en la calidad ambiental de las construcciones. “Para no afectar a los costos, algo que también preocupaba a los profesionales, pusimos compensaciones como la no obligatoriedad de la vivienda del encargado y premios a la mejora de estándares”, aclara.
También son relevantes los cambios en los procesos y la simplificación de los trámites administrativos y de control, una demanda de los arquitectos que se evidenciaba en las quejas reiteradas por las pérdidas de tiempo y los retrasos de obra. “El viejo Código hablaba de un permiso para todos las obras y luego se hacía una clasificación por tipo de tarea, pero ahora se otorgan de acuerdo a la complejidad del proyecto y de ahí surge la magnitud de los requisitos documentales y de la responsabilidad”, argumenta Cruz. Por otro lado aclara que en muchos casos se pasó de 42 a 15 documentos solicitados, y eso simplifica mucho el trámite previo a la conformación del expediente y su posterior análisis.
La participación de los involucrados
Más allá del gabinete y los funcionarios porteños, arquitectos e ingenieros fueron consultados para elaborar los proyectos, porque de diferentes maneras las modificaciones iban a afectar su desempeño profesional. “Hubo cientos de propuestas y un proceso muy virtuoso de aportes durante tres años”, recuerda Cruz.
Desde el Ejecutivo porteño aseguran que durante los últimos años trabajaron mucho con los consejos profesionales, la universidad, las cámaras y organizaciones del sector. Hicieron doble ronda de consultas en todas las comunas y después los proyectos estuvieron nueve meses en discusión en la Legislatura porteña, donde se sumaron los aportes de diputados opositores y se plasmaron cambios en base a las propuestas recibidas. El subsecretario afirma que las entidades que nuclean a los constructores se quejaron bastante por la limitación de las torres, pero por su impacto tienen que ser analizadas caso por caso y comentó que el Código tiene un mecanismo para que la Legislatura permita un proyecto en particular según su relevancia. “Para algunas personas es muy difícil incorporar algo totalmente nuevo que le cambia la manera de pensar, pero también creemos que la ciudad va a seguir teniendo capacidad constructiva para renovarse y mantenerse viva. La matriz de las ciudades hoy indica que las que tienen esta lógica son más eficientes y sustentables”, asevera.
Desde esa visión es lógico que se usaran los modelos o la experiencia de otras ciudades del mundo para los proyectos. “El Ministro siempre menciona a Berlín como un modelo y en verdad lo es”. A su entender, las ciudades extendidas hasta el infinito han fracasado en términos de sustentabilidad. “Nosotros no podemos permitir que la gente tenga dos horas de traslado para llegar a su trabajo, tenemos que propiciar que pueda vivir en cercanía con su actividad laboral”, aclara el Subsecretario, quien trabaja y vive en el microcentro. Con conocimiento de causa, apunta que la mejora ambiental de esa área de la ciudad tiene que ver con que sea bueno vivir ahí para quienes trabajan en la zona y tengan cerca la oferta de servicios, salud, gastronomía, colegios.
Según las estadísticas del Gobierno porteño, en los últimos años, CABA ha crecido en metros cuadrados pero no en población que pernocte en ella. “Dormir no es la única forma de habitar la ciudad. De hecho hay 3 millones de personas que trabajan en Buenos Aires y que la habitan a pesar de no tener su domicilio acá. Cada día cientos de miles de personas se desplazan varios kilómetros para venir, trabajar y disfrutar de la ciudad”, finaliza.