Hablemos de Arquitectura en tiempos de COVID
Lorena Obiol, Sergio Lanzafame
La comisión de Arquitectura convocó a especialistas en temas de salud, ciudades y enseñanza, y produjo una serie de videos temáticos en relación a la pandemia que estamos atravesando.
Movilizada por la situación que atravesamos, la comisión de Arquitectura editó una serie de videos en los que arquitectas y arquitectos especializados responden preguntas en base a las temáticas propuestas. Así, Rita Comando y María Teresa Egozcue reflexionaron acerca de los desafíos que esta crisis humanitaria generó en el sector de arquitectura para la salud. Por su parte, Guillermo Cabrera, Teresa Chiurazzi, Graciela Runge y Daniel Silberfaden pensaron las nuevas formas para los espacios educativos. Y contaron con la presentación de Augusto Penedo, ex presidente del CPAU. Finalmente, Margarita Charrière, Roberto Converti, Ana Falú y Alberto Varas expusieron sus ideas sobre los desafíos que la pandemia impone a la planificación urbana.
«Desde la comisión de Arquitectura del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo queremos mantener un espacio que se inició el año pasado, Hablemos de Arquitectura. Hoy, la situación mundial ha cambiado drásticamente, y cuando se resuelva el tema sanitario, que espero que sea pronto, el mundo, la sociedad y la Arquitectura serán diferentes. En este momento, muchos conceptos básicos que rigieron nuestro quehacer para la ciudad, para la vivienda, para la salud y para la educación están en tela de juicio. Soy, por un momento, optimista y planteo que podemos ver esto como una oportunidad para abrir un camino de evolución social, cultural y arquitectónica», expresó Flora Manteola, presidenta de la comisión de Arquitectura del CPAU, en la introducción a la serie de videos.
La crisis en el sistema de salud
Las arquitectas Rita Comando y María Teresa Egozcue reflexionaron acerca de los desafíos que la pandemia genera para el sistema hospitalario.
Por: Sergio Lanzafame
¿Cuáles serán las consecuencias que dejará el COVID-19 a nivel mundial en el ámbito de la salud? El sistema hospitalario argentino, ¿podía hacer frente a una pandemia con semejante demanda?
A esta última pregunta, la respuesta es no. «El mundo no estaba preparado para esta emergencia», señaló María Teresa Egozcue, especialista en Arquitectura para el área de salud y titular del estudio EVPP Arquitectos (Egozcue-Vidal-Pastorino-Pózzolo). Con esta afirmación, pone un manto de piedad sobre el escenario local. Y a continuación, señaló que «tuvimos la suerte, por llamarlo de alguna manera, de estar en el hemisferio sur y del otro lado del Atlántico, lo que nos dio un poco de tiempo para prepararnos». Aún así, la crisis estructural del área que sufre el país desde hace mucho tiempo se hace sentir.
Rita Comando, especialista en recurso físico en salud y prosecretaria de la SCA, planteó al respecto que «habría que pensar, luego de que pase esta terrible pandemia, en cómo reorganizar o unificar el sistema de salud, hoy fragmentado y segmentado en tres subsectores: el público, el privado y el de obra social». A manera de ejemplo, contó que hoy la pregunta es «si la cantidad de camas alcanza», pero lo que no se ve es que «en realidad hay mucha dispersión, mucha diferenciación en cuanto a la calidad y la operatividad de esas camas. Esto se debe a esta segmentación y fragmentación del sistema», explicó.
A propósito de las camas, las arquitectas coincidieron en que la pandemia hará que se modifique el rumbo que estaba tomando la medicina respecto de las internaciones. Egozcue apuntó que lo que sucede pone entre paréntesis la idea de que los hospitales tienen que reservarse para las situaciones más críticas. Para ella, «es mejor contar con menos camas intensivas y tratar de tener a la gente mejor preservada para que no esté en los hospitales».
Comando aclaró al respecto que «a partir de la década del noventa se planteó que, con el avance tecnológico en medicina, la tecnología farmacéutica y el nuevo equipamiento, se podía pensar en externalizar cada vez más pacientes, porque eso reducía las enfermedades intrahospitalarias, permitía un ahorro en cuanto a los costos hospitalarios y daba al paciente mejor contención al estar en su casa y en su entorno familiar». Por eso, dijo que en los últimos treinta años se produjo una disminución en las camas de internación general. «Justamente, por la modalidad de todas las prácticas ambulatorias. Eso hizo que hoy en día esas camas hayan desaparecido».
Cómo adaptar los hospitales
Otro punto central en la reflexión de Egozcue fue cómo adaptar el sistema de salud ante la emergencia. «El problema es que este es un virus que obliga a tener aire tratado con presión negativa, lo que es muy difícil de asegurar en hospitales de campaña, considerando que buena parte de las estrategias para estas emergencias pasan por esta opción. Yo creo que sería importante armar una especie de comité de reflexión entre todas las personas que estamos en estas actividades, como la Arquitectura y el Urbanismo, que son fundamentales para esto».
En su ponencia, Comando planteó algunos puntos centrales a repensar desde el recurso físico. En primer lugar, sobre el layout hospitalario y su flexibilidad. Es una cuestión «que hace muchos años que se viene trabajando, pero hoy se plantea no solamente en cuanto a los espacios sino en el tema de la división de circulaciones entre público y técnico». Pero este esquema que, para ella, era muy claro, ahora cambió. Hoy tenemos «un paciente febril y un paciente no febril, lo que da la primera categorización para generar accesos y circuitos diferenciados».
Otro punto que detalló es el de la recepción de pacientes en masa. Un tema que ya se vivió con eventos como los atentados de la AMIA o la Embajada de Israel, con accidentes como los de Lapa o la tragedia de Once. «El hospital está preparado para la recepción de víctimas en masa y esto hace que tenga una lógica de reorganización y protocolos que se han practicado mucho», pero en este caso, «estas camas que se van adecuando o que se pueden agregar tienen la complejidad de la alta contagiosidad».
El tercer punto tiene que ver con «repensar las áreas de vestuario y de descanso que tiene el personal, especialmente en enfermería. Porque, generalmente, están en las áreas de internación». Comando asegura que en estos momentos necesitan vestirse como el personal que está en quirófanos.
También planteó el punto de la «humanización»: que un/a paciente sienta contención y que exista un fluido vínculo con el personal. Pero hoy existe la necesidad de protecciones mediante vidrios o mediante acrílicos, algo que se repite en las áreas de recepción.
Finalmente, Comando pidió rever la situación de las morgues «porque hoy en día se han incluido camiones, como los vemos en Nueva York, para el almacenamiento de los muertos. Gracias a Dios, todavía no se están usando en la Argentina, pero sabemos que cuando hay víctimas en masa las morgues colapsan. Eso fue algo que se vio en Cromagnon».
Las especialistas tienen claro que lo que ellas puedan hacer en su trabajo como profesionales no alcanza. Las soluciones de fondo pasan por otro lado y allí, desde ya, arquitectos/as y urbanistas tienen mucho que decir.
Egozcue señala que «en realidad, la pandemia es casi como el síntoma de la enfermedad, y debe ser tratada. Pero lo que hay que ver es si se puede evitar». En esto, los/as arquitectos/as «tenemos que trabajar para generar ciudades más sanas, con circulación del aire. Ciudades que permitan que los habitantes respiren y que también respiren las otras áreas del planeta que han sido urbanizadas».
Los desafíos para la planificación urbana
Margarita Charrière, Roberto Converti, Ana Falú y Alberto Varas reflexionaron en sus videos sobre las marcas que dejará el COVID-19 en las ciudades, cómo se reconfigurará el hábitat, cuál será el rol del Estado y qué pasará con la densificación.
Por: Sergio Lanzafame
Un mundo en cuarentena a causa de un virus mortal. Lo que años atrás podría haberse pensado como un mal sueño hoy es una realidad con la que hay que convivir. Por supuesto que la solución de fondo corre por cuenta de médicos, bioquímicos y laboratorios, quienes tienen a su cargo el descubrimiento de la vacuna. Pero muchísimas personas miran o leen con interés lo que tienen que decir los/as urbanistas. Sucede que a la hora de echar culpas sobre la dispersión del virus y el aceleramiento de la curva de contagios, así como de saber sobre las medidas para que esto no vuelva a ocurrir en el futuro, el ojo se posa sobre las grandes ciudades y las condiciones de vida que éstas imponen a millones de habitantes en el mundo.
Desde miradas distintas, los/as especialistas convocados/as dejaron en claro que la pandemia no modifica sustancialmente los desafíos que están presentes desde hace años y que sólo potencian la atención que hay que prestarles.
Margarita Charrière, directora del Observatorio Metropolitano del CPAU, fue enfática al respecto. El COVID-19 trae «los mismos desafíos que deben enfrentar desde hace largo tiempo los estados» y pone como ejemplo que el Club de Roma en los años setenta y en los siguientes, anticipaba que la mala administración de los recursos naturales traería «una suerte de catástrofe, deterioro del medio ambiente, crisis institucionales, creciente brecha entre ricos y pobres. Las mismas cosas de las que hoy estamos hablando con un crecimiento urbano incontrolado». Recordó, también, que hace unos años en una reunión cumbre en Brasil, advertían que «el mundo superaría el billón de habitantes en asentamientos precarios o con acceso casi nulo a los servicios básicos en el breve plazo de 10 años». Es decir: los diagnósticos estaban, pero no llegaron las soluciones. «¿Qué ha cambiado? ¿De qué se han ocupado los organismos internacionales y los estados para comenzar a revertir esta situación?», se preguntó.
Con el mismo análisis de largo plazo, Alberto Varas, titular del estudio Alberto Varas & Asociados, planteó que los verdaderos desafíos son más estructurales y no responden a cuestiones coyunturales como las que trae la pandemia. «Tenemos que pensar que estos fenómenos son similares a otros que ha habido a lo largo de la historia, incluso de la historia contemporánea», señaló. Sin embargo, la Arquitectura trabaja con «una cronología distinta» y los problemas específicos que trae el COVID-19 pueden ser pensados desde algún área de la profesión, como la construcción de hospitales, pero los verdaderos problemas son de larga data.
Roberto Converti, decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UADE, recorrió un camino similar, aunque puso el foco en la gestión de las ciudades, que pasó «de la resolución de los conflictos de coyuntura a priorizar los deseos y demandas presentes de los ciudadanos». Por eso, señaló que la novedad en la actual coyuntura es ver «cómo el aislamiento pone en evidencia que el modo que hasta hoy era considerado políticamente correcto dejó de lado el comprender, pensar y atender el territorio habitado a partir de la planificación como estrategia de anticipación».
Ana Falú, profesora emérita de la UNC (Universidad de Córdoba), investigadora y académica feminista, prefirió poner el acento en cómo la pandemia potencia la desigualdad que ya existe en torno al acceso a la vivienda y a las condiciones de vida, y en cómo eso afecta principalmente a las mujeres. Señaló que «el fenómeno del COVID-19, que genera miedos, aislamientos, incertidumbres, se expresa en nuestras ciudades», muchas de las cuales son «impúdicamente desiguales». Allí, los hábitats para la mayoría de la población de alta vulnerabilidad «no sólo muestran falta de vivienda, de transporte adecuado, de espacio público, de seguridad, sino de derechos ciudadanos». Y graficó: «Hay una consigna, un consenso humanitario global que es quedarse en casa como única herramienta frente a esta pandemia. Pero para quedarnos en casa y lavarnos las manos con frecuencia necesitamos una casa y necesitamos agua. Esto no es igual para todos y todas, la ciudad no es igual para hombres y mujeres, ni es igual para el conjunto de la población».
Densificación sí, densificación no
Otro elemento central que apareció en las ponencias es el de la densificación de las ciudades, a la que se acusa de ser la gran responsable de la multiplicación del virus.
Charrière se mostró preocupada sobre las consecuencias del COVID-19 sobre esta práctica que ella cree beneficiosa. «Hasta hace muy poco tiempo pensamos que la densificación era una situación beneficiosa para el conjunto del funcionamiento de las ciudades, que acercaba a las personas a los equipamientos, que trataba de no desperdiciar y de no ocupar espacio territorial para otras actividades de tipo productivo natural… Espero que la necesidad de aislamiento no condene la densificación. Me parece que va a ser una consecuencia negativa para el futuro de las ciudades».
Varas no sólo concordó, sino que afirmó: «la densidad no irá para atrás» porque, «a pesar de que se supuso que con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación se iba a producir una deslocalización completa del trabajo, los factores positivos de la concentración hicieron que persistiera por los beneficios de la infraestructura y por otros de carácter social que ofrece «oportunidades culturales, de servicios, de contacto». Sin embargo, admitió que la pandemia se desarrolló a caballo de esta densidad, por lo que es necesario plantear nuevos modelos de movilidad dentro de la ciudad y discutir el uso del espacio público.
Converti, por su parte, dejó en claro que es «evidente» que la expansión del coronavirus fue favorecida por «el proceso de crecimiento y densificación intensiva de las ciudades». Pero agregó que el problema es la característica de ese proceso, al que adjetivó de «incontrolado» y que lo asoció a «cruces y movimientos culturales/comerciales entre habitantes y visitantes a través de vínculos humanos hiperdimensionados».
¿Qué hacer?
Los/as arquitectos/as coinciden en que el contexto de esta pandemia generó debates en torno a cómo llevar adelante cambios en el uso del espacio urbano, aunque se trate de discusiones de larga data.
Charrière recordó que la pandemia es un elemento coyuntural, un «cisne negro» que de tanto en tanto aparece, pero que no estamos ante un bombardeo que destruye las ciudades, por lo que las ciudades quedarán intactas. «Igualmente nadie está preparado para afrontar catástrofes como estas», aseguró. Lo que debemos hacer, dijo, es «comenzar a contrarrestar las posibles consecuencias de los malos usos de los recursos y prepararnos en la parte logística, en la organización de la sociedad y en la comprensión de esos eventos para este presente y para el próximo futuro».
Planteó también que se necesitan «políticas públicas que mejoren la organización de las obras y señalen dónde poner los recursos para las infraestructuras». Apuntó, además, que «las más necesarias son las que podrían permitir una mayor equidad en el desarrollo de las poblaciones», sobre todo «en las periferias de las grandes ciudades» y así «favorecer nuevos mecanismos de relación entre los habitantes y los trabajos, y la redistribución de la riqueza». También habló de consensos sobre los roles de cada uno, cómo se vinculan, cómo se moderniza el transporte público y cómo se relacionan los flujos del conocimiento.
Converti señaló, por su parte, que para los/as arquitectos/as «será una interesante tarea repensar el espacio habitado. No imagino dificultad para la resolución arquitectónica de las oficinas versus el home office, o el problema de la vivienda respecto de su dimensión y el valor de más zonas libres en relación con tecnologías sustentables, o al redimensionamiento, incluso, de grandes equipamientos culturales, deportivos y de entretenimiento»; pero el gran y trascendente tema a cambiar y a atender tiene que ver con «los modos habituales de observación del modelo territorial metropolitano, los cuales hasta hoy han tenido influencia solo teórica. Y para ello es hora de generar definitivas transformaciones en los modos de proyectar y gestionar las metrópolis, tan complejas como las ya existentes», aunque —aclaró— «asumiendo los límites» que plantea la realidad.
La postura de Falú fue clara. «Creo que la Arquitectura y el Urbanismo son poderosas herramientas políticas. Lo que hacemos y definimos para el territorio es político y va a afectar la calidad de vida en el futuro inmediato, en cómo pensemos la post pandemia». Y planteó que hay que poner a los desafíos habitacionales, que se expresan en la situación actual pero que provienen de la desigualdad social, «en el centro de la agenda». Hay que pensar en la diversidad, en las densidades, la sostenibilidad y la mixtura de usos, «debatiendo sobre estas ciudades extensas, sobre la ciudad compacta, cómo conseguirla, cómo trabajar sobre la extensión de nuestras ciudades inasibles y complejas de América Latina, de nuestra Argentina, a la vez que concentrar actividades y compactar y evitar la extensión de la ciudad».
Finalmente, Falú propuso pensar en las mujeres. Dijo: «hoy la peste es democrática, nuestras ciudades no lo son». Las mujeres, argumentó, son las que llevan la mayor parte de la carga en el cuidado de las ciudades, de los barrios, de las casas. Entonces, «¿qué equipamientos, qué iluminaciones, que tipo de ciudad se debe construir para que el territorio no contribuya en su planificación, en su diseño, a reproducir las desigualdades y el patriarcado en la sociedad?», concluyó.
Una nueva forma de enseñar
Graciela Runge, Daniel Silberfaden, Guillermo Cabrera y Teresa Chiurazzi abordaron en sus charlas la educación virtual y el cambio que impone la tecnología.
Por: María de los Ángeles Vivanco
Augusto Penedo, ex presidente del CPAU, nos introdujo en esta temática con un pequeño video de presentación del capítulo Enseñanza de las charlas Hablemos de Arquitectura. Quien fuera socio del estudio Urgell-Penedo-Urgell explicó la discusión ineludible que nos interpela actualmente: la incorporación de herramientas tecnológicas en el aula y la enseñanza virtual. «No podemos seguir con la educación como si nada estuviera sucediendo. Surgirán ideas sobre cambios en el futuro de la enseñanza de la Arquitectura. Nos interesa saber qué deberían plantearse los docentes, las cátedras, las facultades. Qué piensan que se debería a hacer y cuáles son las ideas que se están encarando».
Entonces, ¿cómo pensamos la educación en este contexto de emergencia mundial, en el que los espacios físicos grupales se tornan momentáneamente inhabitables? ¿Con qué dificultades y resultados se está adaptando velozmente la educación a su modo virtual? Los/as profesionales hablan sobre lo que el aislamiento nos obliga a replantearnos.
Los cimientos de la educación
Teresa Chiurazzi, especialista en Arquitectura Escolar y titular del estudio CHD Arquitectos, nos retrotrajo a las raíces de la escolaridad y los espacios educativos: «Pese a las amenazas de desaparición, la escuela sobrevivió casi idéntica a sí misma desde 1630 cuando Comenio la definió en su Didáctica Magna. A lo largo de estos cuatro siglos, nada ha logrado alterar sustancialmente el formato escolar: ni las grandes corrientes hegemónicas, la discusión entre la enseñanza mutua o simultánea, tampoco las propuestas desescolarizantes del siglo XX o la enseñanza familiar en países desarrollados. Sólo la pandemia parece haber suspendido momentáneamente esta historia relativamente continua que recorre la modernidad».
Chiaruzzi nos sumergió en una ficción futurista, que el día de hoy nos puede resultar familiar: «Asimov, en 1951, construyó una escena familiar en 2157 en la cual dos niños encontraban un libro que explicaba cómo en la antigüedad iban a la escuela, se relacionaban con sus pares y tenían un maestro humano. En el relato de Asimov, el maestro robot se encendía en el aula, lugar que se ubicada al lado del dormitorio, y allí se hacía la tarea. Los dos niños se asombraban porque en otros tiempos los chicos se divertían con sus compañeros, volvían a sus casas juntos, jugaban. Por eso sentían envidia y lo expresaban con la frase que da título al cuento: ‘Cuánto se divertían’. Lo que no se preguntaban es dónde se divertían. A eso nos dedicamos en mi estudio hace muchos años, a reflexionar sobre el lugar de la escuela y a construir, sobre esa base de reflexión, las obras que encaramos».
Guillermo Cabrera, decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, concordó con Chiurazzi al evaluar la irrupción de la pandemia en la educación. «Esta situación pone en crisis conceptos con los que trabajábamos hasta hoy. La densidad, los códigos, sus dimensiones, las medidas mínimas, los programas. Creo que es un tiempo ideal para repensar en qué se va a concentrar la disciplina con todas estas nuevas variables que se introducen», y agregó que hay una segunda parte en esta problemática: «¿Cómo enseñaremos? Esta crisis nos sumergió en el ultramundo digital, un ámbito donde nuestros estudiantes se mueven con absoluta comodidad y nosotros, no tanto. Pienso esto como una oportunidad. Siempre he dicho que hay una continuidad entre nosotros y nuestros discípulos, nuestros estudiantes, que se había acortado hace años. Nosotros dibujamos como lo hacían nuestros maestros y hoy los jóvenes arquitectos dibujan distinto, a través de medios digitales. Aunque muchos de nosotros podemos hacerlo, nunca lo haremos con la precisión y la velocidad de ellos. Esa diferencia se traslada a todos los órdenes y es una oportunidad para investigar y trabajar».
Complementarios, no contrarios
Daniel Silberfaden, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo, habló de esta crisis también como una oportunidad: «El objetivo no es que el estudiante guarde en su memoria lo estudiado, sino que aprenda a elaborar y utilizar la información de manera crítica, reflexiva y coherente. En este sentido, creo que las cosas no cambian, sino que cambiarán las herramientas». Este anticipo del futuro, dijo el decano, quizás haya logrado acelerar los tiempos. Admitió que hay algunas materias que son más aptas para virtualizar y otras en las que se necesita de un nivel de softwares y sistemas más sofisticados. Contó sus dos experiencias, que nos dan un panorama de lo que puede estar replicándose en diversos establecimientos educativos del país. «En la UP se logró migrar la enseñanza a una modalidad virtual en una semana» dice, y aclara que ya se estaba trabajando desde hace cuatro años en implementaciones e inversiones para la enseñanza virtual remota, tanto sincrónica como asincrónica. «En La Plata, el cambio fue un poco más caótico, ya que los talleres son de mayor tamaño y, por ende, aparecen mayores problemas en cuanto a conectividades o herramientas. Sabemos que esto se irá corrigiendo y entiendo que ambas experiencias terminarán siendo un campo de reflexión futura».
Silberfaden sostuvo que la enseñanza migrará a un sistema mixto o blender, que permitirá clases teóricas dadas de forma asincrónica y talleres presenciales o virtuales de forma sincrónica, con la gran ventaja de aprovechamiento de ambas modalidades.
Deconstruir y reconstruir
Graciela Runge, directora del Instituto de Ejercicio Profesional del CPAU y secretaria académica de la Facultad de Arquitectura de la UNSAM, se adentró en las dificultades que han surgido en la Universidad y las estrategias implementadas para superarlas: «Hubo que considerar qué era posible con los recursos virtuales, y pensar en reemplazar las acciones, programas y actividades que se habían planteado para cada una de las asignaturas para su formato presencial».
Runge resaltó la existencia de una restricción particular en este contexto: sus protagonistas, los/as estudiantes, estaban en aislamiento. Por eso no era posible recurrir a algunos materiales y herramientas que debían usarse para la presencialidad. «Los equipos de expertos en pedagogía, didáctica y digitalización que tiene la UNSAM prepararon documentos muy claros que sirvieron de guía para la reformulación de las asignaturas, procurando en todo momento una asistencia a los alumnos. Esas prácticas debían resultar en la virtualidad posibles, atractivas y viables. Al margen de todas las limitaciones que pueda tener un programa de formación de arquitectos para ser transferido a una modalidad virtual, creo que es muy importante señalar que, en este momento, las posibilidades de los enfoques virtuales y estas estrategias nos han permitido generar un espacio de contención para los alumnos. Eso ha impactado favorablemente, ya que entre otros efectos se produjo una continuidad en el calendario académico».
Sobre los resultados de esta adaptación virtual, contó: «Se produjeron algunas innovaciones que reconocemos como perdurables en el tiempo, hay algunas estrategias relacionadas con la integración en el marco teórico que pueden llegar a reemplazar la famosa clase magistral presencial. También surgieron formulaciones de las actividades prácticas con guías para su realización, que puede ser que sirvan como instrumento permanente aún en clases presenciales. Existen seguimientos del aporte de los estudiantes que se están realizando con una efectividad interesante, que seguramente van a poder ser reutilizados acompañando la presencialidad. Esto quiere decir que hay algunos recursos, o algunas estrategias utilizadas hoy, que pueden perdurar e implementarse, porque pueden no ser exclusivas de la virtualidad o de la presencialidad».
«Hay algunos aspectos que sería bueno dejar establecidos para, metodológicamente, garantizarnos cierta efectividad, como conocer cuál es la situación de los estudiantes respecto a sus posibilidades de acceso a redes y disponibilidad de equipos. A los docentes, darles una asistencia y orientarlos para que produzcan un programa virtual que vincule permanentemente a los estudiantes con la materia. Y finalmente, también es primordial crear comunidad», concluyó e invitó a darle importancia a las acciones colaborativas que propicien el acercamiento entre estudiantes y el sostenimiento de esa comunidad, en medio de este nuevo desafío que es la educación virtual.