Las cubiertas verdes en el bienestar urbano
Sebastián Mouzo
Desde tiempos remotos el hombre ha intentado recrear situaciones de la naturaleza utilizando la arquitectura como soporte. Para lograrlo, ha tenido que desarrollar la tecnología necesaria, lo que ha ocurrido desde la época de Babilonia con la construcción de los zigurats y los jardines colgantes en el 700 a.C. Según se ha relatado, ya que no existe ninguna prueba arqueológica de los Jardines Colgantes de Babilonia, fue a orillas del río Éufrates donde el emperador Nabucodonosor mandó a construir, cerca de su palacio, un enorme promontorio de piedra que recreara una montaña artificial. Trataba con ello de aplacar la nostalgia que su esposa Semíramis, originaria del norte montañoso y fértil del país, sentía en la árida llanura mesopotámica. Los jardines se construyeron sobre espacios abovedados, generando galerías que se prolongaban sobre terrazas exteriores ajardinadas, en las que resulta posible que crecieran grandes plantaciones exóticas, irrigadas mediante un complejo sistema de riego.
Con el tiempo los materiales han cambiado, así como las técnicas y las necesidades de uso con las que proyectamos cubiertas verdes. La estructura integrada de arquitectura y paisaje puede tomar muchas formas y tiene el potencial para ofrecer un amplio abanico de beneficios ambientales, estéticos y sociales. Con el soporte de una estructura más resistente, una mayor profundidad de sustrato puede permitir una diversidad y una mayor escala de plantación. Los sistemas estructurales necesarios para sostener el peso adicional del sustrato, la vegetación y las potenciales cargas de uso, son significativamente más complejos en términos de diseño, tamaño y por ende costos. Se suele pensar, además, que las cubiertas están por siempre ubicadas por encima de nuestras cabezas. Si pensamos que la cubierta puede existir a cualquier altura, las posibilidades sobre nuestro entorno se multiplican. Se puede trabajar con programas diversos, reconvirtiendo inclusive usos originales. Estos paisajes integrados sobre estructuras suelen ser posibles en los lugares más complejos de la ciudad: sobre vías de tren o estaciones, a lo largo de antiguos frentes marítimos o portuarios, o insertados en densas zonas urbanas con diferentes capas de infraestructura por debajo.
Ante la progresiva densificación de la ciudad, las cubiertas verdes a escala urbana surgen como opciones proyectuales que aportan numerosos beneficios, entre ellos:
- Compensan en cierta medida la reducción de suelo permeable, resultando una herramienta de impacto positivo en cuanto al manejo del agua pluvial, ralentizando su llegada al sistema de drenajes urbanos.
- Los diferentes estratos vegetales presentes en la cubierta tienen la capacidad de retener contaminantes provenientes de la polución del aire.
- Promueven la biodiversidad. Mucho más aún si estos espacios verdes sobre losa se conectan entre sí generando un sistema, o funcionan como links que conectan con la ya existente infraestructura verde urbana.
Existen numerosos ejemplos contemporáneos de este tipo de operaciones. Unas décadas atrás, The Green Bridge, inaugurado en el año 2000, se pensó para generar continuidad en el Mile End Park, en Londres. Por otro lado, Diller Scofidio y Renfro, conocidos proyectistas de The High Line de New York, también proyectan en 2019 The Tide, el primer parque lineal elevado en Londres, concebido como atractor de inversiones inmobiliarias en los nuevos desarrollos cercanos.
Y en Buenos Aires también hemos hecho nuestros intentos. En 2013 se concursa el nuevo Centro de Convenciones y Exposiciones de Buenos Aires, y fue un factor positivo que desde las bases del concurso se expresara claramente que por sobre las funciones del edificio debía diseñarse un espacio verde que vinculara los parques Thays y Naciones Unidas con la Plaza Federativa de Brasil. Demás, el concurso del Parque Lineal Paseo del Bajo, en 2017, también planteó el uso de cubiertas verdes sobre ciertos tramos de la trinchera que conforma la nueva vialidad. Esta operación urbano-paisajística tiene su antecedente en el concurso del Corredor Verde del Oeste, en el año 2002: un parque lineal de 11 km, concebido a partir de la propuesta de soterramiento de las vías del Ferrocarril Sarmiento, del que por el momento se construyó un corto tramo.
Todos estos proyectos debieron enfrentarse desde la finalización de su ejecución al mayor desafío de nuestros parques: la falta de un mantenimiento adecuado y la gran deficiencia en la implementación de los sistemas de riego a escala urbana. Quienes trabajamos proyectando en el espacio público sabemos que pocas veces logramos salir airosos a largo plazo en estos temas.
Uno de los más recientes ejemplos de parques sobre losa a escala urbana es Little Island en Nueva York, en el lado oeste de Manhattan, donde alguna vez existió el Pier 54. Con la arquitectura desarrollada por Heatherwick Studio y el paisajismo de Mathews Nielsen Landscape Architects (MNLA), el parque se desarrolla en una extensión de 11.000 m2 y fue terminado de construir en 2021. El proyectista, también autor de The Vessel, parte de la idea de posar sobre el río Hudson una suerte de bandeja cuadrada que recrea la idea de una balsa flotante, cuya estructura está conformada por la unión de grandes piezas premoldeadas a modo de contenedores sostenidos por una columna central. Accediendo a través de dos pasarelas, las alturas de los contenedores varían para generar una nueva topografía diferente a la de la ciudad. Cada sector del parque presenta un microclima diferente en función de dicha topografía, la exposición al sol y al viento. A partir de esas condiciones, el paisaje se estructura con alrededor de 400 especies diferentes entre árboles, arbustos y herbáceas que se adaptan al clima de Nueva York.
El trabajo interdisciplinario fue esencial en este proyecto. La arquitectura, el paisaje, la estructura, el equipamiento y el diseño de los drenajes están proyectados conjuntamente. El desarrollo de un sistema integrado de gestión de aguas pluviales transforma a Little Island en «un techo verde gigante». Una vez que el agua proveniente de las precipitaciones es captada, comienza a infiltrarse a través del sustrato contenido por la estructura, que está diseñada para tratar el agua antes de liberarla nuevamente de forma gradual al río Hudson.
En este tipo de obra, el correcto manejo de las herramientas y los procesos son fundamentales para lograr los resultados que podemos ver finalmente en el sitio.
Volviendo a nuestra realidad, y salvando el obvio abismo en cuanto a la disponibilidad e inversión de recursos económicos, aún nos queda un largo camino por recorrer.
Los ciclos de vida de una obra de arquitectura no son los mismos que los de la obra de paisaje, que empieza a establecerse y a desarrollarse recién cuando su ejecución culmina. A esto se suma, en cubiertas verdes de gran escala, la cantidad de interferencias de diferentes infraestructuras que deben estar resueltas desde el proyecto y correctamente ejecutadas técnicamente. Una vez finalizada, la obra de paisaje deberá estar mantenida por personal capacitado en el manejo del material vivo que estará a su cuidado y al cual deberá ayudar a desarrollarse. Para resultar exitosos, deberá existir un verdadero esfuerzo profesional colaborativo entre los equipos de proyecto privados y estatales, las empresas constructoras de la obra civil, los contratistas encargados de la ejecución de las obras específicas de paisaje, y quienes llevan adelante el mantenimiento. Pareciera que, en estos términos, en nuestra ciudad de Buenos Aires, el juego recién empieza…