Campo-ciudad / urbano-rural
Carlos Reboratti
Es ya un tema clásico, cuando hablamos de las formas de distribución espacial de la población de nuestro país, hacer referencia a la diferenciación entre campo y ciudad; o, dicho de otro modo, entre lo rural y lo urbano. Pero hay que tener en cuenta que cuando se utilizan esos términos, mirando la realidad demográfica y geográfica de la población del país, nos encontramos que estamos hablando de situaciones extremas o de términos aparentemente claros que encierran una realidad mucho más compleja que esas aparentes dicotomías.
Entre un sector de la población que vive aislada en el medio rural y los que viven en un departamento de un edificio ubicado en una ciudad cualquiera, existe un continuum de situaciones de «proximidad social» o densidad de población que se podrían resumir aproximadamente en siete situaciones: población aislada, caseríos, pueblos chicos y grandes, ciudades medianas, ciudades grandes y áreas metropolitanas, siempre dentro de ese continuum que es muy difícil de tipificar, porque no existe una definición estricta universal. Por otra parte, la distribución de la población no es fija, sino muy dinámica, y va cambiando a lo largo del tiempo, con una tendencia general (ahora sí universal) a la migración de las primeras formas de distribución hacia las de mayor concentración.
Por ejemplo, si muy ampliamente pensamos a la población rural (la «del campo») como la que vive aislada o en pequeños pueblos de menos de 2000 habitantes, en nuestro país viene disminuyendo en números absolutos desde por lo menos 1947 (fecha del cuarto Censo Nacional de Población), pero en números relativos el proceso es mucho más lejano: en 1895 eran el 63% de la población total y en el 2010 solo el 6%. Las causas y consecuencias de este proceso son complejas y tiene que ver con una combinación de causas de expulsión con otras de atracción que cambia con el tiempo y los contextos históricos y sociales. Entre esas causas se podrían incluir, con diferente peso según los contextos, los cambios en los tipos y sistemas de producción agraria, las diferencias geográficas en la calidad de los servicios públicos como educación, electricidad o salud, los diferenciales de ingreso y en general las expectativas de mejoramiento económico y social.
Al mismo tiempo que lo que antes llamábamos el «éxodo rural» se ha prácticamente extinguido, simplemente porque la población estrictamente rural es muy pequeña (menos de 2 millones de personas distribuidas en todo el país), resurgen con fuerza ciertos mitos de las bondades de la vida rural que no son sino remedios imaginarios a los inconvenientes de la vida urbana. Si bien es un fenómeno que todavía no ha sido medido ni analizado en profundidad, hay un cierto sector de la población urbana que intenta una «vuelta al campo», que no es estrictamente un retorno a la vida aislada, sino a agruparse en algunos lugares del país (como Traslasierra en Córdoba) que tienen algunas características singulares en cuanto a clima y paisaje. A este tipo de retorno al campo ayuda también la expansión de los sistemas de comunicación y las formas de trabajo no presenciales de creciente importancia.
La diferenciación territorial entre lo rural y lo urbano, si bien como vimos se puede definir como un continuum entre espacios de baja densidad de población en grandes espacios hacia otros con altísima concentración de población en espacios relativamente pequeños, necesita en ocasiones una diferenciación o tipificación cuantitativa y medible, para permitir definiciones estadísticas, administrativas, de gestión o planificación. Esto requiere establecer límites precisos en el territorio que, dada la dinámica de la población que hemos mostrado, está en constante proceso de cambio. Tanto por el crecimiento vegetativo de la población como por los procesos de inmigración, a partir de cierto tamaño del aglomerado urbano el espacio cubierto por la urbanización va en aumento, extendiendo cada vez más los límites de “lo urbano”, proceso que es sobre todo evidente en las aglomeraciones de mayor tamaño. Estas comienzan a rodearse de espacios en proceso de urbanización, donde crecientemente la especulación inmobiliaria tiene un papel preponderante, con la aparición de los llamados countries que, mirado espacialmente, convive (no siempre pacíficamente) con la expansión urbana no planificada, generalmente corporizada en barrios periféricos con muy baja asignación de servicios urbanos. La «vuelta al campo» es en ambos casos totalmente distinta y contradictoria, signada por las diferencias abismales de ingresos que hace que unos lo vean positivamente y los otros como un retroceso.