Los ciudadanos urbanos ¿podemos ser agentes de cambio?

Ximena Celis

sábado, 19 de noviembre de 2022  |   

En el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas, se destacó que ya en todas las regiones del mundo se están experimentando afectaciones en el clima. Mencionan que la mayoría de estos cambios que observamos y sentimos no tienen precedentes en cientos de miles de años, y que algunos de los cambios que ya están ocurriendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Algo importante que también destaca este informe, es que ya está comprobado científicamente que la actividad humana es la causante de las variaciones en el clima y de los eventos extremos que estamos viviendo. 

Darío Bonzi en Unsplash

En ese sentido, debemos ser conscientes de que el cambio climático ya es una cuestión del presente, que ya lo estamos viviendo, y que este informe nos lo afirma con datos duros y bases científicas. Lo que nos queda por hacer como humanidad es actuar para que las consecuencias no sean tan devastadoras como lo que ya se pronostica si no actuamos a tiempo. Y actuar a tiempo significa no superar los 1,5 grados centígrados de temperatura promedio global en este siglo: para lograrlo, es necesario realizar varias medidas orientadas hacia una descarbonización y neutralidad de carbono en el 2050, como lo plantean las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) en el Acuerdo de París. 

El 85% de la población de América Latina habita en zonas urbanas. En ellas existe desigualdad social, aumento de la pobreza, segregación, violencia y degradación del medio ambiente. Asimismo, la alta concentración demográfica lleva consigo una sobreexplotación de los recursos para mantener su abasto, además de que las amenazas climáticas ponen en riesgo la subsistencia de las personas que las habitan. Las ciudades son las que mayor cantidad de suministro energético consumen a nivel mundial y son las responsables del 70% de las emisiones de gases y compuestos de efecto invernadero (GyCEI) que ocasionan el calentamiento global. Son las mayores generadoras de residuos sólidos (RSU), ya que en ellas vivimos más de la mitad de la población del mundo. Y esto continúa en aumento. 

Vivir en las ciudades, con todas las comodidades que nos ofrecen, tiene un costo climático elevado. El problema es que pocos ciudadanos urbanos somos conscientes de ello. Pocos somos sensibles a lo que representa el hecho de que dispongamos de agua potable y electricidad constante en nuestros hogares; el que vayamos al supermercado y esté repleto de alimentos sin que sean de temporada y productos de todas partes del mundo; el que vayamos a un centro comercial, y exista una oferta desmesurada de productos (ropa, calzado, electrónicos, muebles, accesorios, etc.) a nuestra disposición. La propaganda publicitaria a la que estamos expuestas todas las personas, es parte de que, emocionalmente, tengamos la necesidad de querer adquirir estos productos, sin cuestionarnos si realmente los necesitamos y querer aprovechar los “fabulosos descuentos y ofertas” que nos presentan, así nos endeudemos por varios meses. 

En este mismo sentido, pocos sabemos o somos conscientes de que detrás de cada objeto que vemos y adquirimos, este requirió de recursos naturales y emitió GyCEI en su proceso de elaboración, empaque y distribución. Los conceptos de huella de carbono, huella hídrica, huella ecológica y agua virtual, son ajenos a la mayoría.  Entonces, ¿cómo ser ciudadanos urbanos promotores de cambio?

Pues primero, conocer de estos temas, ser sensibles y conscientes de que nuestras acciones diarias tienen impacto en la naturaleza, que todo lo que hagamos está íntimamente relacionado con nuestro entorno natural; que los humanos somos una especie más que habita el planeta Tierra y que debemos respetar a las otras especies y vivir en equilibrio y armonía con ellas así como con nuestro entorno. Por otro lado, es importante reconocer que también somos parte y responsables de las afectaciones climáticas que hoy ya estamos viviendo por nuestro actuar diario. Cuestionar nuestros hábitos de consumo: ¿cómo nos alimentamos, cómo nos movemos, qué compramos y con qué frecuencia, cómo es nuestro consumo de agua y energía?

¿Qué medidas podemos hacer para comenzar a transitar el camino hacia ser ciudadanos agentes de cambio? Una vez que ya interiorizamos lo mencionado anteriormente, debemos comenzar a transitar hacia modelos de vida más sustentables y sabernos también parte de la solución. Igualmente, estar ciertos de que las acciones deben ser de todas y de todos; que nos competen a todos los sectores de la sociedad en torno a una corresponsabilidad conjunta, pues todos vivimos en este planeta (los gobiernos, sociedad civil, academia, sector privado, etc.). Para ello, la acción local es indispensable. 


Foto: Julián Amé en Unsplash.

Debemos comenzar a poner en marcha acciones sustentables en nuestro día a día, sobre todo las orientadas al consumo, como por ejemplo repensar, reutilizar, reparar, restaurar, reducir, reciclar y recuperar. En cuanto a la alimentación, debemos consumir productos locales para reducir la huella de carbono y apoyar a las economías locales; comenzar a hacer nuestro huerto de traspatio, que nos provee de múltiples beneficios como seguridad alimenticia, un mejoramiento de la salud, la generación de una economía solidaria, empoderamiento de mujeres, jóvenes y sus familias, rescate de la agro-biodiversidad y riqueza biocultural. 

En ciudades donde la seguridad hídrica ya es un problema, debemos recolectar el agua pluvial en todos los edificios públicos, y en grandes explanadas o espacios para su almacenamiento, así como incentivar la instalación de estos sistemas en edificios privados. En el manejo de los residuos, debemos educar a la población para que reduzca la cantidad que produce; los residuos de las ciudades (en su mayoría orgánicos) deben ser debidamente separados: el desecho orgánico se incorpora a la composta y se utiliza en los huertos, y para el no orgánico es necesario crear centros de acopio o puntos verdes de reciclaje donde se aplique el modelo de economía circular retribuyendo a los ciudadanos con diversos beneficios. 

En el tema de la eficiencia energética, en nuestro hogar se puede comenzar con cambiar a focos de bajo consumo y ahorradores; desconectar de la electricidad los electrodomésticos que no utilizamos –pues aunque están apagados, si están conectados, siguen consumiendo energía–; instalar paneles solares y tener calentadores de agua solares; y promover que los gobiernos utilicen un alumbrado público con energías renovables. Para la movilidad, es necesario promover el uso de la bicicleta, caminar y/o utilizar el transporte público para reducir nuestra huella de carbono; así como realizar la menor cantidad de viajes aéreos largos posibles y al utilizarlos pagar el impuesto por emisiones. Además, los gobiernos deben promover incentivos para la movilidad eléctrica. 

Todas las personas debemos saber que el cambio está en nosotros y que nuestras acciones diarias tienen un impacto directo en nuestro entorno natural. Debemos transitar el camino para ser ciudadanos civilizionarios, es decir, tener una visión planetaria y una conciencia ecológica, ser agentes de cambio, ser parte de una ciudadanía resiliente para el bienestar de todas y todos, que promueva la equidad y la justicia socioambiental.