Tecno políticas
Alejandro Borrachia
Todo conocimiento es político
Explorar desde la tecnología se ha vuelto una tendencia y como toda tendencia corre el riesgo de transformarse en una condición puramente estilística; para revertir esto debemos revisar la oportunidad que este contexto plantea y utilizarlo a nuestro favor para tomar decisiones de carácter político.
Tecno políticas es el marco teórico que creamos en el taller integral de la FADAU-UM para este año, y trata acerca de abandonar temas de estilo o simples modismos para comprender el verdadero peso de la tecnología y su implicancia en el desarrollo de una sociedad.
Un aluvión de obras contemporáneas, normalmente relacionadas con oficinas a cargo de nuevas generaciones de profesionales, demuestra una total y bienvenida libertad a la hora de seleccionar alternativas dentro de las tipologías tecnológicas llamadas tradicionales. A raíz de esto, la innovación se ha transformado en el capital activo de cada uno de estos diseñadores y de sus proyectos.
Para entender completamente este fenómeno, debiéramos analizar si esta confluencia en la innovación surge de un macro-objetivo generacional, o buscar en sus causales para saber si lo tuvo en algún momento, y así descubrir si en el presente esos objetivos no se ven subvertidos por la moda y el oportunismo en el afán de alcanzar notoriedad.
Las diferentes y múltiples crisis latinoamericanas (y las del resto del mundo) pueden haber impulsado a la innovación como una manera de encontrar alternativas económicas, para sencillamente poder seguir haciendo como objetivo; además de cambios necesarios en las metodologías de enseñanza, realizados por algunas escuelas de arquitectura que utilizan métodos basados en la praxis y en la investigación empírica. O quizás, simplemente sea el aburrimiento y el abandono de la noción del diseñador con una mirada superadora y generalista, lo que llevó a encontrar en el compromiso con la obra nuevas maneras de “entretenimiento”.
Sea cual fuera el origen, y aún con ciertos objetivos de base, debiera haber en esta revisión de intereses generacionales, enmarcados en la noción de contemporaneidad, un aporte al futuro pensado de manera transdisciplinaria, que pueda definir políticas que supongan cambios, no solo en los resultados y sus efectos inmediatos, sino en los procesos completos; entendiendo y favoreciendo la producción de materia prima por regiones geográficas, buscando métodos de fabricación eficientes y sistemas que permitan la generación de nuevos empleos; y finalmente, intentando generar un marco institucional que pueda formalizar políticas de estado; comprendiendo que algunos cambios suceden de abajo hacia arriba.
Si pensamos en distintos períodos de la historia mundial, como la posguerra en los años 50 y analizamos fenómenos sociales como los que se generaron alrededor de la vivienda en el oeste de Estados Unidos, particularmente la serie de Study Houses[1], estamos frente a toda una revolución en la manera de construir que surge de encauzar a una industria que había quedado obsoleta, como la de armamento y máquinas de guerra, a partir de una demanda social real y desde sus promotores, para lograr una arquitectura liviana, flexible, amigable con el entorno y consustanciada con el clima. O analizamos experimentos como los de Jean Prouvé, sus casas de aluminio, su relación con la industria y al mismo tiempo con el artesano, su preocupación por la producción y la manera de gestionar y sistematizar, escalando el resultado, y asociando a los trabajadores en el éxito de cada empresa como un colectivo. Decía Prouvé: “Solo la necesidad condujo a que la construcción se interesara por la industrialización en la postguerra. Antes de la guerra se hablaba muy poco de ella, éramos solo tres o cuatro en Francia los que intentábamos provocar una revolución arquitectónica basada en la producción industrial”[2]. Podemos notar que ambos momentos, importantes en la historia de la arquitectura, momentos de inflexión, parten de la investigación acerca de métodos no convencionales de materialización que sirven de excusa, finalmente, para re-describir una sociedad latente o para aventurar nuevos rumbos, paradigmas y preocupaciones de sociedades venideras.
Como hipótesis de trabajo y hablando de las tecno políticas, se debieran intentar generar mecanismos que no solo entiendan respuestas proyectuales alternativas a las tecnologías vigentes, pensando solamente en referencias disciplinares inherentes a la arquitectura, sino que puedan incorporar nociones ajenas a ella, que se sustenten en el tiempo activando sistemas de cohesión con su medio circundante, flora, fauna y paisaje, y que recreen propuestas económicas aptas para ser desarrolladas en poblaciones que aún no entiendan en este sentido sus fortalezas regionales y cuya cultura autóctona, potente desde diferentes miradas, no se vea reflejada en su industria o en su arquitectura social.
Debiera prevalecer en cada una de estas búsquedas una mirada holística y un funcionamiento que tienda a lo circular y permita la integración de equipos multidisciplinarios, que puedan incluir agrónomos, ingenieros, abogados y economistas, entre otros. La transgresión disciplinar es un desafío que toda empresa de estas características debe asumir como parte de su filosofía y como ideal en su compromiso con la universalidad.
Experiencias similares en el continente europeo hablan del rol del diseñador social, como un pensador desde múltiples disciplinas que entiende a lo social con la complejidad que esto conlleva. Esperemos que el arquitecto asuma este desafío, y abrace finalmente su rol político, impulsando junto a otros cambios sustanciales para el beneficio de nuestras sociedades actuales y futuras.
[1] Smith, Elizabeth A.T.; Schulman, Julius. Goessel, Peter (ed.) Case Study Houses.The Complete CSH Program. Taschen: 2009.
[2] Lavaloud, Armelle (ed.). Conversaciones con Jean Prouvé. GG, Barcelona: 2005.