El desarrollo turístico respetuoso

Gladys Perez Ferrando

martes, 31 de marzo de 2020  |   

El patrimonio es un modo de pensar y comprender la relación del hombre y su pasado, para proyectar su forma de ser y reinterpretar su cultura. Nada puede ser más enriquecedor para una región que valorar su patrimonio y protegerlo, con el fin de promover su respeto y preservación dinámica.

Antecedentes del turismo cultural
En la Declaración del Milenio (ODM 2000), luego de varios antecedentes, la comunidad internacional asumió el compromiso por un desarrollo sostenible, lo que reiteró en la Cumbre de Johannesburgo. Así, se confirma que la sustentabilidad está incorporada en la agenda internacional: dada su complejidad —involucrando contextos económico, cultural, político, social y ambiental— abarca e incluye la totalidad de las actividades humanas.

Estación Retiro. Foto: Jorge D. TartariniFrente al fenómeno de la globalización, las culturas receptoras de turismo se ven en la necesidad de redescubrir, fortalecer su identidad y resignificar el patrimonio como factor de unidad.[1] En la visión de sustentabilidad de la Carta del Turismo Cultural (Bélgica, 1976) se plasma la importancia del uso y disfrute del patrimonio local como recurso comunitario. Considerando que el turismo es un hecho social, económico y cultural irreversible, comienza a ser visto como un fenómeno propicio para ejercer una influencia significativa en el entorno del hombre y sus expresiones tangibles e intangibles.

El turismo cultural tiene por objeto el conocimiento y apropiación vivencial del patrimonio cultural y natural, ejerce un efecto positivo sobre ellos y contribuye a su rehabilitación, reuso y protección, aportando beneficios socioculturales y económicos para toda la población implicada, intentando fortalecer la dimensión cultural en los procesos socioeconómicos para lograr un desarrollo sustentable de los pueblos. De esta manera, el turismo cultural comienza a estar estrechamente vinculado a un modelo de desarrollo humano integral y sostenible, como una actividad que contribuye a la integración social y cultural, donde convergen políticas culturales y turísticas, y como portadora de valores y respeto por los recursos patrimoniales identitarios.

La Carta Internacional del Turismo Cultural fue revisada en México en 1999, dado que el turismo experimentó un gran crecimiento, cambios en actitudes y metodologías: el principal cambio fue la relación entre turismo y la conservación activa de los recursos patrimoniales. 

Turismo y patrimonio deben complementarse y generar sinergia ante estas nuevas tendencias; ambas actividades orientadas con inteligencia permiten proteger el acervo patrimonial e incluso generar los recursos necesarios para asegurar su conservación y protección. En estos tiempos de creciente globalización, la protección, conservación e interpretación de la diversidad cultural y del patrimonio cultural es un importante desafío para todos.

Si nos basamos en los principios básicos de la sustentabilidad, los proyectos turísticos, sus actividades y su desarrollo deben alcanzar resultados positivos, minimizar los impactos negativos en los recursos patrimoniales y la comunidad anfitriona, y al mismo tiempo satisfacer la experiencia del visitante.

El concepto de turismo cultural no sólo implica la visita a los bienes, sino también el consumo de sus expresiones culturales y modos de vida. Conforme con esto no sólo abarca los productos culturales del pasado, sino también a la cultura contemporánea de un pueblo o región.

El patrimonio como recurso: participación local y sustentabilidad
La singularidad cultural desempeña un papel relevante en la decisión de viajar. Pero esa decisión puede constituirse en una amenaza para la integridad de la identidad cultural, ya que ésta es frágil y vulnerable a cambios que se produzcan en el entorno cultural y natural. ¿Cómo controlar los impactos? Se deben establecer lineamientos para enmarcar la actividad dentro de los principios del desarrollo sostenible.

El Informe Brundtland estableció las bases para que la Organización Mundial del Turismo (OMT) genere un desarrollo turístico sostenible respetando las comunidades receptoras y su patrimonio. En 1998 se determinó el concepto de sustentabilidad como un modo integral de gestión participativa ligado a la calidad, continuidad y equilibrio. El turismo sustentable es un modelo de desarrollo económico diseñado para mejorar la calidad de vida de la población local, optimizar la experiencia del visitante, proteger el patrimonio y el medio ambiente, optimizar los niveles de rentabilidad económica de las comunidades y asegurar la preservación de los bienes identitarios. Se destaca la participación local, ya que da la oportunidad a los residentes de decidir sobre la planificación y desarrollo de las actividades turístico-culturales en su territorio: contar con expectativas realistas, motivadas para proteger el entorno cultural y natural, hace que las mejoras obtenidas se perciban como beneficios.

Esto supone un desafío conjunto ante nuevas formas de gestión de los espacios culturales, generadores de recursos que los hagan sustentables, involucrando, junto a la comunidad receptora, al gobierno, a las instituciones educativas, a las organizaciones no gubernamentales y a la inversión privada.

Las comunidades inician un proceso de toma de conciencia acerca de la necesidad de diversificar su economía, son incentivadas a redescubrir sus propios recursos y a visualizar el patrimonio tangible e intangible, teniendo en cuenta las nuevas demandas turísticas relacionadas con la autenticidad y la vuelta a los orígenes, desde una visión sustentable generadora de empleo, conservación del patrimonio y fortalecimiento de la economía local. Así es como se comienzan a desarrollar nuevos productos turístico-culturales basados en la valoración de los recursos patrimoniales, para lo cual es preciso adaptarlos y revalorizarlos, integrándolos en esta nueva oferta. 

Conclusiones
El singular crecimiento de la demanda por reconocer y vivenciar el patrimonio cultural genera una humanización del turismo, ya que se está propiciando un cambio en la oferta cultural que originan los flujos turísticos. 

Se fortalece la responsabilidad de implementar programas turísticos sostenibles a partir de criterios de rescate patrimonial, con el fin de garantizar su integridad y autenticidad; proteger las expresiones intangibles y modos de vida sin afectar su capacidad de carga y contribuir al enriquecimiento de la experiencia turística. 

Muchas poblaciones toman conciencia de la necesidad de iniciar, como actividad dinamizadora de las economías locales a través de nuevas formas de organización social, el reconocimiento de la protección del medio ambiente y la participación local en la gestión adecuada de los recursos culturales y naturales. 

En este contexto, la implementación y el desarrollo de estas iniciativas han promovido la recuperación del patrimonio local y el establecimiento de nuevas industrias culturales. Se ha dado origen a nuevas formas de trabajo y empleo, con una oferta de productos y servicios personalizados que se caracterizan por representar valores, saberes y técnicas, utilizar materia prima del lugar, incorporar estrategias artesanales de producción, nuevas tecnologías e innovación y requerir de una importante participación comunitaria.

El rescate integral de nuestro patrimonio construido permitirá dar respuestas adecuadas a requerimientos de infraestructuras, hoy obsoletas y reemplazadas por otras sin carácter.

La fortaleza y potencialidad de estos nuevos productos está basada en su autenticidad y singularidad, constituyendo un gran atractivo. Nuestro territorio posee una riqueza patrimonial única y diversa, que la representa y caracteriza, y en conjunto puede potenciarse y fortalecerse como producto integrado, oportunamente gerenciado. 


[1] Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo para la ONU.