Eficiencia energética
Gabriela Casabianca
La estrategia para una ciudad más sustentable y resiliente.
El desarrollo sostenible de las ciudades y su contribución a la mitigación del cambio climático es hoy un objetivo global importante: según la Agencia Internacional de la Energía, el sector edilicio y la construcción representan aproximadamente el 36% del uso final de la energía (destinada principalmente a climatización, y en menor medida a iluminación y electrodomésticos) y el 39% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) relacionadas con el recurso energético. En Argentina, cerca del 90% de las viviendas están localizadas en áreas urbanas, con situaciones de déficit tanto en cantidad de viviendas como en la calidad constructiva, en muchos casos en condiciones irrecuperables.
En el año 2017, la Ciudad de Buenos Aires adhirió al compromiso de ser una ciudad carbono neutral, resiliente e inclusiva para el año 2050. Para lograr este compromiso, debe acelerar su acción climática en el corto y mediano plazo con el objetivo de alcanzar una reducción del 52% de sus emisiones para el año 2030 y de un 84% para 2050 con respecto a las emisiones del año base 2015. En este contexto, la oportunidad de implementar programas de mejora de la eficiencia energética en edificios existentes es especialmente relevante, ya que existe una capacidad limitada de crecimiento en la superficie construida y, por lo tanto, la mayor oportunidad de reducción de emisiones en el sector de las edificaciones estará vinculada a acciones de retrofit. Esto implica implementar un conjunto de medidas orientadas a mejorar la eficiencia energética de un edificio existente, con el fin de reducir sus requerimientos energéticos y las emisiones asociadas; estas acciones pueden aportar hasta el 55% de la reducción de GEI necesaria para alcanzar el compromiso adquirido.
Más del 37% del parque de viviendas de CABA tiene más de cincuenta años, de acuerdo a los datos del INDEC (Censo 2010), y fue construido de acuerdo con las técnicas, materiales y normas de construcción de épocas precedentes, menos rigurosas que las normas actuales en cuanto a las características térmicas de las envolventes edilicias, resultando un comportamiento energético edilicio muy deficiente comparado con los parámetros actuales.
Entre diciembre de 2019 y agosto de 2020 se realizó una prueba piloto de Etiquetado Energético de Viviendas, en el marco del Programa Nacional de Etiquetado de Viviendas que impulsa la Secretaría de Energía de la Nación. Ese estudio, que abarcó 150 viviendas, incluyó la definición de criterios de evaluación y alertas sobre la situación energética de las unidades etiquetadas y un análisis de posibles mejoras para obtener una mejor categoría en la etiqueta. Como ejemplo, se indica que la transmitancia térmica media de paredes es de 2,0 W/m2K, de las cubiertas de 2,2 W/m2K y de las aberturas 4,1 W/m2K, lo que excede los valores que establecen normas actuales como el Código de Edificación de la Ciudad.
Un importante aporte a la sostenibilidad de los edificios consiste en mejorar el parque existente a través de medidas de intervención orientadas a reducir el consumo energético y, consecuentemente, las emisiones. Entre estas intervenciones, los aspectos relacionados con el aislamiento térmico, la reducción de infiltraciones y puentes térmicos son indispensables para disminuir la alta demanda energética necesaria para alcanzar adecuadas condiciones de confort térmico en los espacios habitables: aumentar la aislación y cambiar aberturas son las medidas de mayor efectividad que inciden directamente en la reducción del consumo de energía destinado a la climatización.
Estratégicamente, es importante avanzar en la caracterización del parque edilicio existente y el desarrollo de acciones para su rehabilitación; la demolición y nueva construcción no son una opción viable, ni económica ni energéticamente, ya que implican el consumo de mayores recursos tanto financieros como energéticos. Los materiales de construcción tienen un fuerte impacto en lo energético en su fabricación y puesta en obra y las demoliciones, además, generan enormes cantidades de residuos de construcción que no son totalmente reciclables o recuperables.
La prioridad debe ser avanzar en el sector edilicio, fomentando las acciones de retrofit, recuperando lo existente (y por eso es fundamental conocer las características del sector), y las mejoras en la eficiencia energética apuntan directamente a la reducción del consumo de energía destinada a calefacción y refrigeración, y a la reducción de las emisiones de GEI originadas por las energías fósiles que cubren esa demanda de energía. Además, estas acciones también contribuyen a mejorar las condiciones de habitabilidad, y tienen otros cobeneficios asociados, tanto a nivel macro, como reducción de contaminación del aire, creación de empleo o reducción de la vulnerabilidad a la pobreza energética, como a nivel de los ocupantes, tales como mejoras en la calidad de vida, el confort y la salud, disminución de los gastos de energía para los usuarios finales e inclusive la perspectiva de aumentar el valor inmobiliario de los edificios y/o las unidades de vivienda que se sometan a estas acciones de rehabilitación.
El camino de rehabilitar es actualmente adoptado en muchas ciudades, sobre todo en Europa donde el parque inmobiliario es inclusive mucho más antiguo que en nuestras ciudades: se apunta a la transformación del entorno construido, implementando medidas que mejoren o promuevan la resiliencia de las ciudades al cambio climático.