Apuntes sobre el Código Morfológico
Demián Rotbart
Final del juego
Pasar a regular la capacidad constructiva de las parcelas solo por la envolvente permitida sería la culminación del proceso de restricción paulatina de los grados de libertad del proyecto iniciado en 1944. Lo que en manos de Lars von Trier puede producir una gran película como Las Cinco Obstrucciones, en la lógica de los desarrolladores probablemente tenga otro resultado. Calculadora 1 – Escalímetro 0.
El Código de Edificación de 1944, al introducir el retiro de fondo como nuevo regulador de la carpa, puso fin a la posibilidad de experimentar con tipologías que podían explorar todo el terreno, determinando los espacios de ventilación en función del proyecto y el contexto.
El Código de Planeamiento Urbano de 1977 avanzó más en este proceso al fomentar mediante premios la torre de planta baja libre como LA tipología predilecta. La introducción de indicadores –FOT sobre todo– como herramienta complementaria a las ya existentes normas de tejido matizaba esta rigidez, ya que creaba una suerte de restricciones dentro de las restricciones que permitía proyectar con cierto margen dentro de una carpa que quedaba grande para la constructibilidad posible.
El Código Morfológico, al regular sólo por la envolvente máxima permitida en una versión mucho más predefinida que la del '44, será la sentencia de muerte de las dobles alturas, retiros, semicubiertos, vacíos y demás recursos que dan aire y carácter al tejido, ya que los proyectos pasarían a "perder" metros construidos. Olvidémonos de nuevos edificios como la Fábrica de Chocolate.
Morfoagonía
El proyecto de Código Morfológico pretende resolver los problemas que generaron en la ciudad la aplicación abstracta de norma sobre norma sin reflexión sobre el tejido preexistente. El problema sería la irregularidad volumétrica del tejido construido, la falta de homogeneidad. Pero la falta de un estudio pormenorizado manzana a manzana para proponer las nuevas unidades de sustentabilidad no asegura que los edificios existentes vayan a quedar englobados dentro de las nuevas volumetrías propuestas (acá aparece la figura ad hoc del enrase). La nueva norma se vuelve tan genérica como sus antecesoras.
Ahora, la homogeneidad formal del tejido alla haussmanniana que guía el proyecto de Código Morfológico, ¿es un valor a defender en la segunda década del siglo XXI? Buenos Aires es una ciudad muy homogénea en planta: la manzana cuadrada colonial de 140 varas de lado es omnipresente y sobre ella el lote de 8,66 se repite hasta el horizonte. El ritmo que determina ese juego de medidas es la banda sonora de Buenos Aires. Pretender también un tejido homogéneo haría a la ciudad anodina antes que "ordenada".
Se equivoca el diagnóstico que sustenta el proyecto Morfológico al decir que el problema de Buenos Aires es la falta de homogeneidad; un nuevo código para Buenos Aires debería buscar una ciudad más coherente, antes que homogénea. Esto podría lograrse con una normativa marco que fije principios y lineamientos generales y trabajando sobre las partes de la ciudad, estudiando sus problemas y generando planes de sector basados en sus características concretas y posibilidades de transformación.