La ciudad como escultura social
Markus Vogl
En el ámbito urbano, el debate paisajístico fue sacado del contexto del diseño clásico con los proyectos de vivienda colectiva de la década de 1920 en Frankfurt y Berlín por el arquitecto paisajista alemán Leberecht Migge. Desde entonces, estas reflexiones se ubican en el contexto integral de nuestra vida cotidiana.
Con su plan de reconstrucción de 1948 Hans Scharoun acuñó el término paisaje urbano y argumentó la reconstrucción de Berlín a través de una integración paisajística a su morfología. Como un paisaje moldeado por el hombre, la ciudad representa una escultura social, citando a Joseph Beuys. Una escultura que se redefine cada día. Al mismo tiempo, los seres humanos deben estar en el centro de nuestros intereses como arquitectos y urbanistas, porque a través de sus acciones, el espacio se reconstruye constantemente como un fenómeno social, tal como lo formuló el geógrafo suizo Benno Werlen.
Por lo tanto, no es ninguna novedad el discurso de Charles Waldheim en su libro Landscape Urbanism Reader (2006) que describe los desafíos de la vida metropolitana en el siglo XXI, como la justicia social, el cambio climático y la globalización. En tanto, el geógrafo estadounidense Edward Soja, que murió en 2015, fue uno de los primeros en proclamar un giro espacial basado en su crítica a la reorganización espacial del orden capitalista, a la que Sigrid Weigel precedió con un giro topográfico. Weigel abrió una perspectiva más amplia, considerando los espacios como culturalmente constituidos y como históricamente cambiantes: propuso espacios legibles como paisaje.
Por lo tanto, comprometámonos en la práctica a la enseñanza y la teoría de la ciudad, con lo urbano y con las personas. Hasta ahora la discusión se daba en un formato histórico. Como dijo Clint Eastwood: «Entro en la ciudad, todo lo demás surge». Demos un giro hacia el frente.