La educación comunitaria, un jardín fértil

Guido Agustín Prada

martes, 22 de junio de 2021  |   

Hay las cosas que se esperan y hay las cosas que aparecen, 
como la hierba que asoma sin permiso de la mano del hombre 
que no imagina en la tierra nada que no haya plantado.

Como la maleza, Gabo Ferro

Frente a la continua revisión sobre el diseño de los espacios educativos, su uso y apropiación, y ante los desafíos que enfrenta esta «nueva normalidad» sociosanitaria, resulta pertinente poner en escena aquellas experiencias que se fueron constituyendo históricamente al margen de las lógicas de producción escolar estatal. Las mismas fueron motorizadas por la propia necesidad de los sectores populares y, lejos de ser casos singulares o aislados, hoy conforman un cuerpo de estudio y de propuesta que continúan desarrollándose fértilmente. 

Los jardines comunitarios
Frente a una marcada desigualdad de acceso a la educación en los primeros años del Nivel Inicial[1], emergieron los jardines comunitarios como experiencia escolar autogestiva. Durante el proceso hiperinflacionario de los años 1989-1990, surgieron las primeras propuestas de educación y cuidado, asociadas a merenderos, comedores y copas de leche. Se consolidaron de esta manera guarderías a cargo de mujeres de la comunidad, con una contención fundamentalmente centrada en la alimentación. Con el transcurso del tiempo y el fortalecimiento de las organizaciones sociales, fueron convirtiéndose en jardines de infantes, desarrollando un proyecto pedagógico especializado, tejiendo redes y reforzando su identidad.

En el año 2014 se logró promulgar la Ley Provincial Nº 14.628, que establece el marco regulatorio para las instituciones educativas comunitarias de la provincia de Buenos Aires, tomando la experiencia de los jardines comunitarios existentes y atendiendo al reconocimiento de las posibilidades de autogestión de la comunidad en la educación infantil. La norma prevé entre otras cosas que el Estado provincial garantice la infraestructura necesaria para el funcionamiento de los jardines comunitarios. Sin embargo, no menciona de qué manera resolverá dicho objetivo, qué presupuesto está destinado para el mismo, cuáles son las necesidades en términos espaciales que deberán garantizarse, o si se tendrá en cuenta la historia, experiencia y particularidades de la comunidad con la que se trabajará en cada caso. Esto resulta un problema central en la factibilidad de la aplicación de dicha ley y las posibilidades de proponer mejoras en la producción espacial de los jardines comunitarios.

Propuestas emergentes
En el marco de estos antecedentes, en agosto de 2018 la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) —una organización nacional que nuclea a familias campesinas y productoras de alimentos frutihortícolas— construyó de forma autogestiva su primer jardín comunitario, llamado Raíces de mi Tierra. El jardín se encuentra en las inmediaciones de su galpón de acopio y logística, ubicado en el periurbano del partido de La Plata.


Patio central en la propuesta de Jardín Comunitario UTT. Autor: Guido A. Prada

A partir de un trabajo de entrevistas y revisión bibliográfica se pudo conocer la historia que da origen al jardín, las dificultades socioeconómicas del sector, y las proyecciones futuras de la organización para continuar dando respuestas a una necesidad urgente como es la educación y el cuidado de las infancias de las más de diez mil familias productoras de la zona.

De este trabajo de investigación surgió una propuesta para el desarrollo participativo de un sistema de jardines infantiles comunitarios en el cordón hortícola platense, que fue presentada también como trabajo final integrador en la Especialización de Arquitectura Educativa dictada en la Universidad Nacional del Litoral.

La propuesta se concibe como una hoja de ruta que pueda asistir el proceso de gestión, planificación, diseño y ejecución de una red de jardines comunitarios en el área de interés. Se propone rescatar experiencias previas de producción social del hábitat que sirvan como referentes, así como articular diferentes normativas vigentes que hoy se encuentran desconectadas y enunciar criterios amplios de diseño y ordenamiento espacial atentos a las necesidades del sector. Todas estas lecturas y observaciones se traducen en tres ejes centrales de proyecto:

I. Estrategias de gestión
Basados en los ideales y las experiencias que fundamentan la redacción del proyecto de ley nacional de Producción Social Autogestionaria de Hábitat Popular, se propone un procedimiento de cinco fases. Primero se realiza la presentación de proyectos de jardines comunitarios elaborados por las organizaciones junto a unidades de asistencia técnica interdisciplinaria. En segunda instancia se da aprobación en los llamamientos anuales por parte de la Dirección General de Cultura y Educación, para luego transferir los fondos a la organización que procederá a la autogestión de los mismos. Un tercer momento orientado a la capacitación e intercambio. A continuación, se procede a la ejecución de trabajos a partir de modalidad de ayuda mutua y/o contratación cooperativa. Por último, se realiza la entrega y el acta de aprobación correspondiente.

II. Escenario de Planificación
El sector periurbano de la ciudad es un territorio en disputa por diferentes intereses inmobiliarios. El ordenamiento urbano está librado al mercado sin consideración del resguardo de un bien común medioambiental. La propuesta trabajada se hace eco de diferentes legislaciones provinciales y municipales que apoyan la ocupación de terrenos vacantes que hoy suponen un riesgo ambiental y permiten su transformación en equipamiento de uso público y de interés para la comunidad. Se piensa el entrecruzamiento entre las áreas productivas y un registro de tierras vacantes posibles de ser utilizadas para estos proyectos.

III. Sistema Arquitectónico Ambiental
El diseño arquitectónico se propone como otra matriz de organización y participación de las propias familias, donde además de poder concebirse como protagonistas de las decisiones de diseño y construcción del espacio, se dialogue con los esfuerzos que realizan diariamente por una producción tendiente a la agroecología que resista y enfrente a los modelos extractivistas del medio ambiente. Para esto se retoman lógicas de la arquitectura del sistema en tanto matriz racional de producción como unidad abierta de transformación, adaptación y cambio. Se presentan posibilidades de diseño bioclimático y conscientes, priorizando también la utilización de materiales y técnicas constructivas de baja emisión de carbono. 

Reflexión final
Las prácticas autogestivas de espacios educativos se desarrollaron en los márgenes del sistema educativo tradicional, no necesariamente por desconocimiento o rechazo al mismo, sino muchas veces por exclusión y desatención del propio sistema a las necesidades del sector. A su vez estas propuestas se van multiplicando al margen de otro sistema, como es el sociourbano, donde tiene como zona de sacrificio a los barrios populares y los cordones frutihortícolas. Desde estos márgenes se ha ido construyendo identidad, sentires, capacidades y conocimientos que tienen mucho por enseñar sobre formas comunitarias de construcción educativa. Es importante señalar entonces que la búsqueda de reconocimiento y apoyo estatal a estas prácticas autogestivas de la educación no debe suponer la integración de las mismas a los formatos tradicionales, desconociendo o borrando sus procesos identitarios, sino todo lo contrario. Como señala Boaventura de Sousa Santos: «Tenemos el derecho a ser iguales cada vez que la diferencia nos inferioriza, y a ser diferentes cuando la igualdad nos descaracteriza»[2].


[1] En el informe «La oferta del nivel inicial en Argentina» (Unicef y CIPPEC, 2019), se indica que solo el 21% de la infancia del quintil más pobre asisten al nivel inicial, mientras que en el quintil más alto esta condición representa al 58%.
[2] Boaventura de Sousa Santos. 2005. El milenio huérfano. Ensayos para una nueva cultura política. Madrid, Trotta, p. 284.

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