Muy mucho
Paul Andersen
El manejo de las diferencias entre objetos o edificios repetitivos ha sido un tema central de la arquitectura durante siglos, con una historia que vincula a figuras tan distantes en el tiempo como Alberti, Ruskin y Le Corbusier. Fundamentalmente los arquitectos se han ocupado de la semejanza, asegurando que un edificio sea la reproducción fiel de una serie de dibujos, desarrollando modelos a copiar, creando sistemas modulares que garanticen la consistencia compositiva, y estandarizando partes, sistemas y tipologías edilicias para su aplicación universal. La diferencia ha sido por lo general considerada una condición dada del contexto, una contingencia a ser superada. Desde luego hay excepciones, pero hasta hace no mucho tiempo la arquitectura ha estado primariamente orientada a asegurar la semejanza de las cosas.
La tecnología digital ha permitido, desde hace un tiempo relativamente corto, que la irregularidad se convierta en una ambición más rica y atractiva que la regularidad. Con nuevas herramientas a mano, los arquitectos han incorporado la diferencia en el proyecto y, en muchos casos, la han convertido en el tema fundamental de su trabajo. Hoy en día, el modo de abordar la diferenciación indica a qué subcultura de la arquitectura pertenece un arquitecto o arquitecta. A algunos se los distingue por el método: el cambio iterativo y en serie, la variación aditiva, la decisión arbitraria y el azar. A otros se los identifica por la composición: la agregación de partes auto-similares, los apilamientos informales de objetos ordinarios y los agrupamientos de figuras heterogéneas, para nombrar algunas. Desde esta óptica, una mansión suburbana, un museo de Libeskind y una pila de cajas son todas formas compuestas, constituidas por partes auto-similares. La diferencia entre ellas es cómo cada una maneja la diferencia.
¿Cómo sería en este contexto una arquitectura de la no-diferencia? Una posibilidad sería utilizar la repetición uniforme para producir exceso, en lugar de eficiencia. Quizás múltiples copias idénticas de algo podría simplemente volverse demasiado, y el proyecto de arquitectura transformarse en el manejo de la extravagancia, en lugar del de la variación.
Estos sándwiches muestran modelos de un modo establecido de abordaje al proyecto y de uno potencialmente nuevo. En la imagen 1 se encuentra una colección de variaciones con manteca de maní y mermelada, concebidas de una manera que resulta típica en la arquitectura de los tiempos digitales. Cada sándwich está hecho de una combinación única de mermelada o fruta, manteca de frutos secos y pan, ensamblados con dos tapas a la manera tradicional, o con una sola tapa, con o sin corteza, tostado o sin tostar. Para ser único en su especie dentro del grupo, un sándwich nuevo requiere de una combinación de ingredientes, tipo de armado y tostado que no haya sido probada hasta el momento. Es el diseño del conjunto lo que realmente lo que importa, porque es lo que exhibe la gama de cualidades que es posible obtener a partir de un puñado de variables.
Un abordaje alternativo sería embeber cualidades por medio de la proliferación de partes estándar. En la imagen 2, se pueden ver cuatro sándwiches hechos con los mismos ingredientes: pan integral sin tostar, manteca de maní cremosa y mermelada de frutilla. A diferencia de un sándwich convencional, los ingredientes se multiplican hasta el exceso (demasiadas capas de pan, manteca de maní o mermelada). Cada sándwich es autónomo porque difiere del tipo. Es en sí mismo un extraño sándwich de manteca de maní y mermelada. La decisión clave está localizada en dónde y cómo usar una capa extra de pan, manteca de maní, mermelada o los tres, para armar un sándwich que sea suntuosamente jugoso, majestuosamente alto o inmaculadamente compartimentado.
A pesar de que usualmente se la asocia con la inestabilidad, la tecnología digital ha aportado algunas convenciones notablemente previsibles, incluso una afinidad por la diferencia que subraya casi todo lo que hoy en día diseñamos. Quizás sea hora de volver a poner atención en la semejanza, con los nuevos ojos que la cultura digital nos ha otorgado.