Elementarismo

Andrew Pringle Sattui

lunes, 15 de abril de 2019  |   

Hablar de elementos de la arquitectura parece anacrónico y contiene la sospechosa capacidad de invocar un peso histórico a priori y un poder-de-hecho que bordea y coquetea con lo místico. Aún así, los elementos evidentemente están entre nosotros, poblando edificios genéricos alrededor del mundo de manera implacable y naturalizada. Antes que esenciales, podría decirse que son sobre todo mundanos. Desde principios del siglo XX, la industria de la construcción ha absorbido gradualmente el dominio sobre ellos, tomando un espacio de control, a través de procesos efectivos de estandarización, que los arquitectos también progresivamente dejaron de lado. Si bien hasta hace pocos años la aparición en escena de la customización a través de la fabricación digital parecía tener el potencial de romper con este paradigma segregacionista, resulta cada vez más notorio que su potencial integrador crecientemente se localiza en el mundo del software, y no en el del hardware. No es casualidad tampoco que, en paralelo a los cambios paradigmáticos en la arquitectura del último siglo, los elementos de la arquitectura hayan subsistido como un sustrato para-moderno, tan invisible como ubicuo. En este contexto, se vuelve cada vez más necesario hacerle frente a la estandarización, en la medida en que lo que se estandariza no son solo los procesos de producción, sino las múltiples formas de pensarlos. Esto puede hacerse operando desde la inteligencia interna de los elementos, sin fetichismos artesanales ni naturalizaciones industrialistas, sino problematizándola en tanto campo abstracto de conocimiento y empoderamiento de la práctica de arquitectura. 

Pppppuerta, o la cerradura como sistema de fragmentación, es un trabajo realizado en la materia de Modelos Informáticos de la Carrera de Arquitectura de la Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos de la Universidad Torcuato Di Tella por los alumnos Lila Plaini, Eugenia Raigada y Lorenzo Lacava.Los elementos de la arquitectura constituyen enormes espacios de conocimiento que, a pesar de su vastedad y omnipresencia, resultan opacos al pensamiento arquitectónico, siendo en cambio menospreciados, tratados como irrelevantes, o simplemente juzgados como inofensivos, en tanto medio a través del que realizar avances disciplinares significativos. En una curiosa convergencia entre tradicionalismo moderno y desdén disciplinar, el arquitecto contemporáneo se limita a elegir entre los catálogos anodinos de la industria para copiar y pegar soluciones by default en sus propios edificios. ¿Existe una técnica más genérica, estéril y rudimentaria que copiar-y-pegar en el amplio repertorio técnico del pensamiento computacional? Sin embargo, a pesar de lo generalizado de tal actitud, en los últimos años ha habido un resurgimiento de la apreciación de los elementos en muchas prácticas, por lo demás ideológicamente heterogéneas: desde el gusto neoposmoderno por los elementos de pastiche caleidoscópicos de Adam Nathaniel Furman o los elementos arabescos de Object Oriented Ontologists como Ferda Kolatan, hasta los elementos grotescos de Michael Hansmeyer o los elementos radicalmente pintorescos de Lars Spuybroek, sin mencionar el archivo histórico, casi apocalíptico, del propio Rem Koolhaas al curar la exposición de la Bienal de Venecia de 2014, bajo el lema “Elementos de Arquitectura”. Aunque radicalmente diferentes en sus sistemas de valores, no es casual que éstas y muchas otras prácticas enfoquen de manera explícita o implícita su agenda en los elementos, sea según un esfuerzo estético-estilístico liderado por arquitectos o cediéndolo en uno pragmático-tecnológico a especialistas.

Elementarismo reclama el antiguo pero renovado territorio de dominio para la arquitectura de lo diminuto, pero lo hace sin espacio para el romanticismo o la excentricidad. La oportunidad surge de la convergencia de dos modos de práctica aparentemente contradictorios, la voracidad por lo omitido y la valoración de lo pequeño, que en su versión negativa aparecen como mera nostalgia o como simple fetichismo. Ni lo uno, porque los elementos nunca desaparecieron, ni lo otro, porque la escisión entre técnica y estética renuncia al conocimiento arquitectónico delegándolo a uno u otro campo, tal posición involucra abrazar las lógicas de producción y ensamblaje de la industria de la construcción como medio auto-consciente para problematizar sus lógicas internas e integrarlas y proyectarlas indisolublemente como agentes de transformación, y ya no de facilitación o de embellecimiento. Elementarismo es el acoplamiento dinámico entre el diamante y el carbón, medio a través del cual la arquitectura digital recupera el dominio de la escala y, por lo tanto, de sí misma.