La amistad es fundamental

Leslie Kern

miércoles, 3 de noviembre de 2021  |   

Uno de los aspectos más dolorosos de la pandemia ha sido la ausencia de los amigos. Las cuarentenas recurrentes nos encerraron a muchos de nosotros en la burbuja del hogar y nos aislaron una y otra vez de ellos. La privación de este contacto social nos hizo dar cuenta de que la amistad es mucho más que un complemento agradable a la familia: es un ingrediente esencial para una vida significativa. Lamentablemente, nuestros hogares y ciudades no fueron construidos tomando en consideración la amistad o cualquier otra relación extrafamiliar. La familia nuclear en un hogar unifamiliar ha llegado a dominar nuestros espacios urbanos, cerrando nuestras mentes a las posibilidades de otras formas de vivir y cuidarnos unos a otros.

Las consecuencias negativas de esta elección de diseño (y sí es una elección) se hicieron más visibles durante la pandemia. Algunos grupos, como los adultos solos, que componen un gran porcentaje de los hogares en muchas ciudades, quedaron completamente aislados durante las cuarentenas y olvidados por las políticas de salud pública enfocadas en las «burbujas familiares». Las mujeres sufrieron el peso de una mayor carga de trabajo en el hogar, y eso llevó a una impactante pérdida de empleo, altos niveles de estrés y un aumento del riesgo de violencia doméstica. Problemas de salud mental como la depresión, la angustia, la soledad y el aislamiento se vieron exacerbados. La familia y el hogar no existen de la misma manera para todos y no siempre son seguros. Sin embargo, seguimos formulando políticas y construyendo ciudades que suponen que la familia es el cimiento correcto y el más adecuado para la sociedad.


Pausa de obra. Foto: María Jesús Huarte. Casa NGM, obra de María Jesús Huarte y Christian Giani.

Esta suposición se ve reflejada en el diseño de los hogares construidos para alojar a un tipo de familia. Sin embargo, esta es una forma de vida relativamente reciente, que dista mucho de ser universal. Si bien puede venirles bien a algunas personas, limita la posibilidad de vivir en otras formaciones de hogares más allá de la familia nuclear. Excluye muchos tipos de hogares que el modelo dominante de vivienda nunca tuvo demasiado en cuenta, como las familias queer, las personas con discapacidades, los adultos mayores, los jóvenes y quienes no pueden o no quieren vivir de esta forma. Además, mantiene relaciones de género desiguales porque sigue suponiendo que el trabajo doméstico y de cuidado será realizado por esposas y madres en el espacio privado del hogar y dentro de la propia familia.

Cuando salgamos de la pandemia, tendremos la oportunidad de reconsiderar la importancia de una amplia variedad de relaciones interpersonales, incluida la amistad. Si la amistad y otras relaciones no tradicionales se consideraran como un derecho fundamental en la ciudad, tendríamos que asegurar que nuestra infraestructura física y social esté diseñada para facilitar y mantener estos vínculos. Creo que esos cambios son necesarios para crear un entorno urbano más equitativo y sustentable. 

¿Cómo sería esta «ciudad de la amistad»? Incluiría el reconocimiento de que el espacio público es importante para mantener los lazos sociales. Con demasiada frecuencia, nuestros espacios urbanos están diseñados para limitar la interacción social por temor a la delincuencia, la congregación de personas sin techo o el deseo de reducir costos de mantenimiento del espacio público. Si realmente queremos valorar y promover la amistad, en todos los grupos etarios, tenemos que insistir en que los espacios públicos, tales como plazas, parques, bibliotecas, veredas, instituciones públicas, incluyan lugares seguros y accesibles para que se reúnan y socialicen pequeños grupos. Si bien los cafés y los restaurantes cumplen esta función, pueden resultar caros y poco hospitalarios para algunas personas, especialmente los jóvenes.

También habría que construir una variedad más amplia de opciones de vivienda para ofrecer alternativas para que amigos u otros hogares que no sean la familia nuclear vivan juntos o en un espacio adyacente, y compartan algunos de los espacios y tareas del hogar. Por ejemplo, las comunidades de covivienda, que incluyen departamentos individuales, pero tienen cocinas, jardines, patios, espacios infantiles, lavaderos compartidos, no crearían una separación estricta entre familia y amigos. Hacer esto posible significa que las ciudades deben ser flexibles con sus zonificaciones y códigos de edificación, y tienen que incentivar a las empresas constructoras a concebir diseños creativos para la vivienda no tradicional.

Promover estas ideas genera muchos beneficios. Tal como lo descubrimos durante la pandemia, depender demasiado de un sistema de cuidados que está supeditado al trabajo gratuito de las mujeres en el hogar ya no es viable. Si priorizamos la amistad y otras relaciones, construimos una red mucho más fuerte de personas que pueden cuidarse entre sí y a sus comunidades. Esto nos permite reconocer y apreciar nuestra mutua interdependencia.

Repartir el trabajo de cuidar, crear más espacios comunitarios sociales y compartir recursos como cocinas, lavaderos y electrodomésticos entre redes más amplias es también una forma de vida más sustentable y ecológica. El hogar unifamiliar usa, y derrocha, muchísima energía, agua, comida y tiempo. Si expandimos nuestras ideas sobre la familia y el hogar para incluir otras relaciones, podemos imaginar otras maneras de compartir recursos equitativa y sustentablemente.

Por último, podemos promover una mayor igualdad para muchos grupos marginalizados, reconociendo, valorando y construyendo ciudades que honren los distintos tipos de relación. En lugar de ser vistos como desviaciones de la norma, los hogares LGBTQI serían considerados componentes importantes de la comunidad. Lo mismo aplicaría para los hogares multigeneracionales, las personas solas, los adultos mayores y las relaciones de parentesco únicas de las culturas inmigrantes. 

Lograr la equidad en la Arquitectura y la construcción requiere mirar de manera crítica los espacios y los sistemas que damos por sentados, incluso el hogar y la familia. Aun cuando sea solo un ejercicio para la imaginación, empezar con la amistad como el cimiento de las relaciones sociales en la ciudad nos abre los ojos a muchas maneras posibles de vivir, cuidar y construir que han sido ignoradas u olvidadas. Existe un potencial maravilloso para construir una ciudad justa, sustentable y equitativa si estamos dispuestos a pensar de manera original y creativa, más allá del hogar unifamiliar y la familia nuclear, que son modelos del pasado. 

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