Paisajes del cuidado

Paula Soto Villagrán

viernes, 5 de noviembre de 2021  |   

Dimensiones socioespaciales del cuidado y el orden urbano. 


La articulación entre género y espacio urbano es un abordaje relativamente nuevo en Latinoamérica. En efecto, en las disciplinas que favorecen la dimensión espacial de las relaciones sociales como la Arquitectura, el Urbanismo y la geografía, disciplina desde la cual se construye esta reflexión, han tenido claras resistencias en el uso de la categoría de género y han descuidado el espacio como una construcción social y política, favoreciendo una mirada del espacio como superficie neutral donde se distribuyen los fenómenos sociales, pero no como algo vivo y objeto de resistencia. En este contexto, mi argumentación a partir de esta reflexión es que el espacio tiene un papel fundamental en la producción de un orden patriarcal urbano, o más bien, como he sostenido en otros textos (Soto, 2014), que existe un régimen de género urbano que excluye las experiencias de las mujeres dentro de la urbe. 


Foto: Aldana Troncoso ». Panteones subterráneos en el Cementerio de la Chacarita, obra de Ítala Fulvia Villa.

En este sentido, me parece muy relevante retomar el concepto de «paisajes del cuidado» para poner en el centro las desigualdades que se generan a partir del cuidado dentro de las ciudades. Si pensamos que «la ciudad moderna está construida sobre la base de la separación entre actividades de producción y reproducción, de manera que áreas residenciales, lugares de trabajo, zonas comerciales y de servicios se localizan diferencialmente en el espacio, separadas unas de otras» (Molina, 2006, p. 14), claramente el no considerar a las mujeres como trabajadoras asalariadas ni tampoco considerar el trabajo de cuidados como un trabajo, tiene consecuencias visibles en las desigualdades espaciales que experimentan cotidianamente las mujeres.

El trabajo de cuidados, de acuerdo con Fisher y Tronto (1990), es un concepto que no tiene un significado unívoco, hay diferencias en la forma en que se utiliza y, desde la perspectiva de estas autoras, hay tres dimensiones definicionales: económica, filosófica y política: «es una actividad de la especie humana que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar o reparar nuestro ‘mundo’, de modo que podamos vivir en él de la mejor manera posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades [selves] y nuestro entorno, que buscamos entretejer en una red compleja que sostiene la vida» (p. 40). La distribución del cuidado se ha planteado usualmente a partir de la división del trabajo por género, pero también por clase, y a menudo es una práctica racializada. En este sentido, la ciudad es el marco donde se expresan las contradicciones de la organización social del cuidado. Las políticas públicas que proveen estos servicios son esenciales, pero los patrones de movilidad y accesibilidad condicionan su utilización (Comas, 2017, p. 60).
Sin embargo, parece que los cuidados están localizados al interior de las casas, y se han dejado fuera de la agenda urbana. No obstante, el cuidado se convierte en la trama misma de la ciudad, tejida a través de múltiples prácticas que permiten que la vida continúe. Así, es de vital importancia pensar que las ciudades que permitan el cuidado de manera más justa y equitativa ayudarán a poner en el centro la creación de espacios públicos justos en la ciudad. Las personas enferman, envejecen, se lesionan, mueren y, antes, han de nacer (Comas, 1999). Todo ello requiere la satisfacción de necesidades cotidianas como alimento, ropa, cobijo, asistencia en caso de enfermedad o dependencia; por ello probablemente sea útil pensar el cuidado en términos de interdependencia. Todas estas actividades forman parte de los cuidados y ocurren en lugares dentro de la ciudad. En efecto, para capturar la relación entre espacios del cuidado y las relaciones de cuidado en la ciudad, algunas autoras han utilizado el concepto de «paisajes del cuidado» (Milligan y Wiles, 2010), que permiten abarcar lo institucional, lo doméstico, lo familiar, lo comunitario, lo público y lo privado, así como la transición entre ellos. Entonces, los paisajes del cuidado tienen una espacialidad, y la pregunta que conviene hacerse es ¿cómo las ciudades podrían cuidar? ¿Es posible que las infraestructuras urbanas cuiden? ¿Qué materialidades podrían cuidar en la ciudad?

Finalmente, cuidar en movimiento es algo que está estrechamente relacionado con dimensiones físicas, emocionales y sensoriales del cuidado que revelan la continuidad entre la experiencia de viaje de las mujeres, las materialidades y sus entornos. En primer lugar, una dimensión interesante de la accesibilidad en los espacios de cuidado que pueden llegar a ser los transportes es que estos están pensados para el tránsito, para el flujo y no necesariamente para actividades como el cuidado que implican estar en el espacio, no solo pasar por él. En este sentido, las materialidades de los transportes tales como la disposición de los asientos, los largos transbordos, las escaleras eléctricas sin funcionar, la mala calidad de los accesos, dificultan que el cuidado pueda ser practicado durante el viaje. Así, las materialidades e infraestructuras están en copresencia con las personas y pueden fomentar, facilitar o dificultar las prácticas de cuidar a otros. En segundo lugar, si pensamos en los sujetos que cuidan, una característica que caracteriza los viajes de las mujeres en la ciudad es que precisamente por razones de cuidado viajan especialmente con bultos, bolsos, mochilas, que parecen ser una extensión corporal y que pueden ser obstaculizadores del viaje en cuanto al peso, dimensión y la fuerza que se requiere para trasladarlos; esta idea de cuerpo extendido en objetos como bolsos, carriolas, maletas, mochilas, materiales de trabajo, etc., marcan la dinámica del cuidado durante el viaje.

Quizá es necesario reconceptualizar la noción de infraestructura y equipamientos urbanos dentro del sistema de diseño y planificación urbana, no solo en cuanto a la localización y tamaño, sino también las materialidades que se encuentran presentes en esas infraestructuras de uso cotidiano. Necesitamos contar otras historias de la ciudad que hagan visibles los lugares en los que las personas, individual y colectivamente, generan respuestas ante las injusticias y el abandono. 


Bibliografía

Comas, D. (1999). Cuidados como crisis de la reproducción social. Las políticas públicas y más allá.
Fisher, B. y Tronto, J. (1990) Toward a Feminist Theory of Caring. En E. Abel y M. Nelson, Circles of Care, 35-61. Nueva York: University of New York Press. 
Milligan, C. y Wiles, J. (2010). Landscapes of care. Progress in Human Geography, 34(1), 736-754. 
Soto Villagrán, P. (2014). Patriarcado y orden urbano. Nuevas y viejas formas de dominación de género en la ciudad. Revista venezolana de estudios de la mujer, 19(42), 199-214.
 

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