Los perfiles del arquitecto
María de las Nieves Arias Incollá
"El arquitecto, aún sin subirse nunca a un andamio, puede hacer lo que le gusta, puede ganarse la vida como profesor, como artista, como funcionario, retroalimentándose de varios campos de acción".
Mario Bunge
El tema de este número surge a partir de los resultados que arrojó la encuesta realizada a graduados de la FADU, encarada por el CPAU, con el aval de esa casa de estudios y la SCA, en el marco de la investigación “Nuevos Roles profesionales. Hacia una nueva dimensión del oficio del arquitecto”. Según esta encuesta, las principales áreas de trabajo en el ámbito laboral de los arquitectos son: Proyecto y Dirección de obra, menos del 25%, Documentación de obra, 15%, Gestión de Proyectos, 8,27%, Animación de proyectos, 7%, Planificación Urbana, 2,38%, Sustentabilidad y Energías renovables, 1,75%, Rehabilitación y Conservación Patrimonial, 1,47%, y el resto se abre a distintas especializaciones.
Mario Bunge, en su libro “100 Ideas, el libro para pensar y discutir en el café”, habla del arquitecto artista, del arquitecto urbanista, del arquitecto artesano, del arquitecto ingeniero, y se refiere a la arquitectura como un campo polifacético, en el que cada profesional puede elegir el rol que más le guste o que mayor beneficio le reporte.
Lo cierto es que diez años atrás no eran consideradas representativas muchas de las actividades que hoy dan cabida a diversos perfiles, que generan nuevas miradas y proponen diversos caminos. En las últimas décadas surge un amplio universo que abarca, desde los contenidos y narrativas en arquitectura, diseño y urbanismo, aplicadas al campo del cine y de las artes visuales en general, a proyectos de investigación o al network design, entre otras expresiones que denotan lo polifacético de nuestra profesión.
Estos nuevos escenarios transitan una escala amplia que va desde la atrofia en los grandes proyectos y por ende de los grandes estudios, a la proliferación de pequeños estudios que hacen frente a encargos con magros presupuestos.
Muchas veces se trata de pequeñas acciones con gran capacidad de alcance, que se diseminan en múltiples soportes y esbozan el espíritu de un tiempo nuevo, muy diferente para el arquitecto.
Hace pocos años, escuché decir a una colega española que “la arquitectura ha definido un nuevo mestizaje de técnica, estética y voluntad social, al rodearse de nuevos cómplices que la enriquecen con otras inquietudes y al interesarse por nuevos territorios de abordaje”. Hoy se hace evidente este cambio de paradigma, los arquitectos nos interesamos no solamente por el diseño y la construcción, sino también por la planificación estratégica, por la gestión, por el impacto ambiental, por la rehabilitación. Podríamos decir que, del hacer y predecir, hemos pasado a una especie de arqueología del futuro, un “veamos que sucede” y luego reaccionemos.
Sin embargo, la diversidad en el perfil profesional requiere de una orientación interdisciplinaria, ya que se dirige a clientes muy distintos y a diversos temas relacionados con la vida cotidiana, lo que nos acerca a las ciencias sociales, a la política, a la economía y al turismo, entre otros. Es decir, no podemos permanecer encerrados en la propia especialización, si queremos ser más libres y más eficaces en nuestro propio trabajo.
Gianni Vattimo refuerza esta idea cuando dice que “interdisciplinariedad es sinónimo de libertad” y agrega que “para ser un buen arquitecto se debe ser experto en diferentes sectores y no limitarse a ser un buen dibujante de edificios. Sucede lo mismo con el filósofo, porque ser experto en historia de la filosofía no implica que alguien pueda hacerse cargo de muchos de los problemas de la filosofía misma”. Y enfatiza este pensamiento aún más, cuando remata “debemos ocuparnos de todo y nada, porque si no seremos esclavos de quienes comandan los distintos sectores.”
Es interesante recordar la Bienal de Venecia que tuvo lugar el año pasado. El país anfitrión, Italia, puso en evidencia en Monditalia la interrelación de diferentes arquitecturas con la economía, la política, la religión, la tecnología y la industria, dentro de un marco multidisciplinario en el que la Bienal de Arquitectura saca partido de su coincidencia, acercándose a otras disciplinas, como el cine, la música y el teatro. Instalaciones como Pompeii y Cinecittá ocupata, entre otras, inspeccionan la manera en que la arquitectura participa como pieza clave en las lógicas de la sociedad contemporánea, contribuyendo a la producción, a los medios de comunicación, a los sistemas de consumo, etc. Koolhaas nos invitó a reflexionar sobre el interior de la arquitectura, es decir, la necesidad de articulación de las lógicas disciplinares con los procesos técnicos, socioculturales y económicos de la sociedad moderna y contemporánea, que conlleva a que los límites de la arquitectura sean difíciles de definir. Sin embargo, los perfiles del profesional independiente (empresarios, proyectistas, investigadores, docentes), lejos de aparecer como caminos excluyentes, se presentan como facetas complementarias de un perfil neutro e híbrido. Hoy, el arquitecto no debería eludir esta enorme oportunidad de aportar a la cultura universal.
Claro que nuestro ejercicio profesional no puede estar al margen de los temas emergentes ni de las circunstancias históricas, económicas y sociales, y tampoco desconocer las políticas públicas como soporte para el desarrollo de nuestra disciplina. Se trata de andar un camino entre la globalización y la identidad nacional y regional.
En ese sentido, considero que los arquitectos necesitamos mayor presencia y vinculación con la sociedad, desde un mayor compromiso profesional. Hace unas décadas éramos escépticos hacia temas como la participación, la cooperación y la sostenibilidad. Hoy en día, son temas comunes, incorporados en una mirada atenta a un contexto cambiante. Es decir, nuestra profesión ha evolucionado, se ha ido insertando en los procesos de renovación social que ocurren aceleradamente a escala global, sin perder aquellos valores que hacen a nuestra disciplina en particular.
No podemos permanecer encerrados en la propia especialización, si queremos ser más libres y más eficaces en nuestro propio trabajo.
Estoy convencida que, con la nueva generación de arquitectos, aparece el desarrollo de una profesión mucho más abierta, que hace un viaje de ida y vuelta de lo analógico a lo digital, de la computadora a la mano. Como dijo González Galán, “parte del inmenso atractivo de la arquitectura reside en que es la más abierta de todas las disciplinas técnicas”.
Quiero agradecer a José Nun quien, no siendo arquitecto, nos brinda una interesante y aguda mirada de nuestra profesión, y a los mas de 40 colegas que aportaron a esta revista y testifican esa pluralidad de perfiles.