Desarrollo inmobiliario
Raúl Saenz Valiente
En medio del caos de 2002 me convocan para hacerme cargo de Creaurban, en el peor momento de la crisis del mercado inmobiliario. Éramos tres: un presidente, un director y una arquitecta. Un par de años después, pasé de tener mi estudio de Arquitectura y Decoración y una constructora chica, a hacer algo parecido, pero en gran escala.
El haber trabajado de manera independiente pero interviniendo en todos los rubros que van desde la elección del terreno hasta la escritura traslativa del Dominio me sirvió muchísimo. El desarrollo inmobiliario es eso: empieza con la elección de la tierra, luego se prepara un anteproyecto que tenga en cuenta los indicadores urbanísticos existentes o que se puedan tramitar. Si la escala lo amerita, es ideal hacer un estudio de mercado, tramitar el impacto ambiental y luego ponerlo en nuestra planilla “Demoledora de Proyectos” (valga la expresión de la Construcción) y ver qué resulta.
Pero la mayoría de las veces no es así de fácil como cargar datos en una planilla: también interviene el “feeling” del desarrollador con respecto al proyecto o a la zona, y a las condiciones macro económicas que se sucederán en los próximos años. No nos olvidemos que en general, un desarrollo tarda desde su concepción hasta la escrituración alrededor de 3 años; y 3 años en nuestra Argentina es mucho tiempo.
Es muy importante el valor agregado que el desarrollador puede incluirle a dicho emprendimiento, que deben ser, sin excepción: un diseño avanzado que entusiasme al comprador, una buena implantación, una propuesta amigable con el medio ambiente, una buena resolución constructiva, y economía de logística y recursos.
El desafío que tiene el desarrollador es que tiene que conjugar en un equipo de personas todos los aspectos antes referidos y tratar que el resultado final sea una obra de arquitectura comprometida con el barrio, la sustentabilidad y las personas que van a usarla.