Equilibrio y malabares: las herramientas de clientes y arquitectos

Juan B. Frigerio

lunes, 9 de diciembre de 2019  |   

De las figuras que imagino que describen el desafiante oficio del arquitecto, son dos las que con más frecuencia me vuelven a la mente. La primera es la del equilibrista. Caminando sobre el vacío paso a paso sobre un cable tensado, ajustando una larga barra con medidos movimientos, el equilibrista avanza desafiando la gravedad. El punto de inicio de este recorrido es la encomienda; el final, la obra terminada; el llegar, la satisfacción del logro. Los deseos en equilibrio, imaginación y expectativas propias, contrapesadas contra las necesidades del programa, las limitaciones de los presupuestos, la realidad de la construcción y sus ejecutores.

La segunda es la del malabarista. La magia sucede cuando se mantienen todas las esferas girando a gran velocidad por el espacio; cuanto más hábil el malabarista, mayor cantidad de esferas podrá mantener en el aire sin que caigan. En esta metáfora la magia es la arquitectura; las esferas el programa, el presupuesto, las normativas, los requerimientos técnicos, las necesidades y aspiraciones del cliente, entre otras.

La iluminación es natural: el frente y contrafrente son vidriados y el techo, cubierto por un manto de hormigón ondulado, tiene lucarnas por las que pasa la luz del sol. Foto: Nigel Young

En el caso del proyecto del Banco Ciudad de Buenos Aires (Foster+Partners, Estudio Berdichevsky, Estudio Minond) estas figuras se tensaron aún más por la forma de contratación de proyecto y precio, que redundó en una doble figura del cliente: por una parte la empresa constructora CRIBA, oferente del proyecto, subcontrató a los arquitectos. Y por otra, el Banco Ciudad, el destinatario final del proyecto ganado en concurso.

La relación entre arquitecto y propietario estuvo mediada por una empresa constructora, en un encargo donde el edificio se proyectó en base a un pliego de requerimientos de concurso, sin que hubiera reuniones con el cliente en las etapas iniciales del diseño, una situación casi inédita.

Los vecinos eligieron el nombre del edificio transparente: Casa de la Ciudad, un volumen sustentable de 38 mil metros cuadrados, en Parque Patricios. Foto: Nigel YoungSe suele suponer —y es habitual— que, entre empresa constructora y arquitecto, se presente un conflicto de intereses. En este caso estaba potenciado, más aún cuando la empresa debe atenerse a un precio máximo contratado en un contexto altamente inflacionario y con  determinaciones de precios complicadas. Es decir, la tormenta perfecta. Mientras la empresa constructora vela por mantener y controlar precios, y el arquitecto lucha por la calidad y excelencia del diseño, el cliente final exige que se cumpla pliego y diseño seleccionado por el jurado, en todos sus aspectos, y en tiempo y forma.

Las grandes obras son grandes gestas. Las transformaciones físicas del contexto requieren enormes gastos de energías, voluntades, recursos y materiales. Hay cientos de personas coordinando acciones para materializar un hecho constructivo.

En el caso del Banco Ciudad la calidad de la obra es el testamento de la calidad de todos los actores que participaron para entregarla con éxito. Los arquitectos usamos nuestra imaginación y destreza para coordinar con la empresa constructora la ingeniería necesaria, sin perder la calidad de los espacios y detalles, manteniendo la intención proyectual que buscábamos para el edificio y su expresión. La empresa administró la obra ajustadamente, consciente de los numerosos riesgos y responsabilidades que asumía, en un diálogo cotidiano donde manifestaba su interés por la eficiencia de la obra, pero siempre con la voluntad de respetar el diseño. A través de una enfocada dirección de obra independiente, el Banco Ciudad supo exigir el cumplimiento de los pliegos a la vez que tuvo criterio para acompañar con inteligencia los conflictos que se fueron sucediendo en la ejecución.

Los numerosos premios nacionales e internacionales recibidos dan cuenta que logramos formar un equipo, cada uno en su rol, y que a pesar de las circunstancias desafiantes el resultado obtenido fue un éxito. Cruzamos el vacío en ese delicado equilibrio de necesidades y expectativas. Logramos que el edificio ideal que imaginamos como proyectistas se plasme en el edificio real ejecutado, integrando aspiraciones del cliente con circunstancias y posibilidades materiales y económicas de nuestro contexto. Eso sí que es magia. 


Autores de Proyecto Banco Ciudad de Buenos Aires Foster + Partners, Berdichevsky, Minond · Constructora CRIBA

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