Procesos urbanos que generan identidad
Pedro Caride
La Subsecretaría que está a mi cargo, Integración Urbana y Hábitat, incluye tres direcciones generales: Proyectos, Obras, y la tercera Desarrollo Habitacional, que no tiene injerencia en los proyectos de obra nueva.
Nosotros somos los autores de los proyectos urbanísticos y arquitectónicos, que luego se licitan, y después somos los ejecutores de las obras a través de las constructoras que resultan adjudicadas con estos proyectos. Es decir, producimos la solución urbanístico-arquitectónica, la respuesta profesional, a los problemas que tiene la gente.
El proceso se inicia con un relevamiento social y físico de las poblaciones y de la infraestructura que hay en estos barrios carenciados o villas: se hace una identificación de cada una de las familias que viven, la cantidad, su composición, en qué tipo de vivienda están, sus actividades laborales. Esto aporta un montón de datos sobre las condiciones de hacinamiento y la precariedad de las casas. Con esta información realizamos primero un programa de necesidades, definiendo la cantidad de viviendas que debemos hacer y la tipología de uno, dos, tres dormitorios, o para discapacitados. Incluimos también en los proyectos algunos locales, porque hay familias que tienen actividades comerciales o micro industriales.
Todas esas decisiones son desde el punto de vista cuantitativo. Pero después está lo cualitativo, que es este procedimiento participativo que se implementa a través de Mesas de Gestión, en las cuales participan todos los vecinos, que nos permiten interactuar con ellos que serían los clientes, los usuarios finales, trabajando directamente sobre los proyectos. Participan también otros actores que asisten a los vecinos, por ejemplo la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, asesores arquitectos que tienen los vecinos y que trabajan con algunas de las organizaciones vecinales, o referentes dentro de los barrios. En esta instancia es donde vemos las características que tiene desde el punto de vista urbano y arquitectónico la definición de las organizaciones y los edificios; hablamos de dimensiones de ambientes, de orientaciones, de generación y uso de espacios comunes o sala de usos múltiples de cada consorcio, de cantidad de unidades funcionales por consorcio, de la materialidad, de las formas de administración del consorcio en determinadas áreas comunes…
Así es como el proceso participativo se inicia con un anteproyecto que te permite discutir sobre él, sino se estaría discutiendo sobre una hoja en blanco. A partir de los primeros anteproyectos trabajamos en las mesas y vamos modificándolos incorporando ideas y sugerencias. No es un proceso simple, hay mucha gente involucrada, y a veces las sugerencias de las personas son contradictorias entre sí, entonces uno debe tratar de encontrar soluciones que puedan ser consensuadas por la gran mayoría de las personas. Es el momento más trabajoso del proceso, porque hay cuestiones en las que hay distintas opiniones y es necesario estar de acuerdo. El éxito del proceso tiene que ver con producir proyectos en los que la mayoría de las sugerencias que agreguen valor se implementen, y que podamos tener la capacidad de comunicar y explicar para decantar sugerencias que en realidad destruyen valor. Al explicar el por qué con paciencia, la gente lo entiende; y yo creo que los proyectos a los cuales arribamos son satisfactorios no solamente por el procedimiento participativo, que permite ganar legitimidad en lo que estás definiendo, sino porque los proyectos son correctos, son buenos proyectos.
Un ejemplo de participación es, en el proyecto del Playón de Chacarita, al lado de la estación Federico Lacroze, la definición del espacio público de cada manzana. En esas manzanas nosotros hicimos una propuesta de un centro libre, materializando sobre la línea municipal tres lados y dejando un lado corto abierto hacia la calle Guevara, con la intención de que sea espacio público, de integración de este nuevo conjunto con resto del barrio existente. Pero entonces los vecinos pidieron de forma muy taxativa, que, si bien sea público, se pudiera cerrar físicamente. Por eso se pusieron rejas: porque los vecinos querían realmente cuidar ese espacio, que tiene juegos para chicos, pero también quería que en horarios nocturnos fuera un lugar seguro. El espacio igual queda abierto durante el día, pero para cuidarlo pidieron algo absolutamente pragmático. La preocupación de los vecinos era mantener la identidad de espacio de esparcimiento para niños.
Otro ejemplo de participación se dio en el proyecto de Rodrigo Bueno, que queda en el extremo sur de la Reserva Ecológica. Nuestra propuesta urbanística incluía un espacio abierto o playa de dimensiones rectangulares, de 300 x 60 m, donde el lado más largo se vincula con la reserva, como un espacio de encuentro e integración entre el barrio y el resto de la ciudad. Ése es un tema fundamental para nosotros: potenciar al máximo la integración de estos barrios al resto de la ciudad.
Entonces los vecinos, que en su gran mayoría están vinculados a la gastronomía, ya sea como empleados en restaurantes o dentro del mismo barrio, pidieron que en ese espacio hubiera algo relacionado con su actividad productiva. Y en función de este pedido, de esta vocación del barrio, trabajamos para que hoy exista en parte de esa plaza el Playón Gastronómico. Y así se armó un lugar muy bueno, que funciona viernes, sábados y domingos y que recomiendo ir, donde hay una gran cantidad de locales en los que se come bárbaro, y está teniendo muchísima repercusión. Ese fue un pedido muy bueno de los vecinos, que vimos que tenía muchísimo potencial, porque además de ayudar a la economía del barrio, era muy bueno desde el punto de vista de integración social.