Ciudad democrática y vivienda mutable

Julio Ladizesky

miércoles, 11 de diciembre de 2019  |   

Prólogo del libro Ciudad democrática y vivienda mutable


Los procesos socioculturales que emergen de la globalización se aceleran como nunca antes. El presente se ha convertido en una circunstancia poco duradera, el instante actual de una realidad en cambio permanente. Ya no tenemos tiempo de envejecer sin que nuestro presente se convierta en historia.

Un rasgo persistente de la historia del hombre es la pulsión por apropiarse de lo producido por el trabajo de la comunidad. La especie ha convivido siempre con esta avidez apropiadora, pero en el presente, esta pulsión se ha extendido a la escala planetaria, un objetivo que hoy resulta posible gracias a los avances científicos y tecnológicos en materia de comunicación.

Foto: Gonzalo Viramonte

Existen actualmente dos polos de poder que pujan por la hegemonía global: el occidental, una coalición de naciones con economías de libre mercado encabezada por los Estados Unidos; y el oriental, centrada en la República Popular China, que se desarrolla velozmente impulsada por un Estado centralizado y planificador.

Como toda transformación genera un enfrentamiento entre lo nuevo que crece y lo viejo que busca permanecer, no resulta sencillo predecir los plazos en que cursarán estas tendencias. Sin embargo, en el mediano plazo, se pueden anticipar sin incurrir en la adivinación, a partir de identificar las tendencias globales que ya han nacido y se muestran vigorosas y expansivas. En esta línea se expresa el Papa Francisco, en su primera exhortación apostólica, Evangelii Gaudium (año 2013): «Aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos porque es allí donde se puede realizar una tarea efectiva por el mejoramiento del presente».

Ningún aspecto de la cultura tiene una historia propia e independiente. Su evolución sólo se comprende como consecuencia de los acontecimientos estructurales que la generan, particularmente en los campos de la economía, la ciencia y la tecnología. Las pujas por los recursos del planeta y la apropiación de la riqueza gestada por el trabajo humano son el origen de estas transformaciones que estamos viviendo y el motor impulsor de las modificaciones de nuestras costumbres y nuestras maneras de convivir y de habitar.

Entre estos acontecimientos estructurales podemos citar:

En el campo socio-económico y tecnológico:

- El incremento de la riqueza mundial; 
- La inequidad en la distribución de la riqueza a favor de un grupo de poderosos cada vez más reducido; 
- La robotización del trabajo; 
- El incremento de la desocupación; 
- La explosión demográfica en el mundo subdesarrollado que se derrama sobre los países del primer mundo; 
- La prolongación gradual de la vida humana; 
- El crecimiento de la población urbana.

En el campo socio-cultural:

- El desarrollo de una cultura consumista e híper individualista; 
- El temor al desempleo; 
- El veloz desarrollo del mundo virtual y la comunicación instantánea; 
- La generalización global de la alfabetización; 
- La conciencia de los DDHH; 
- La revolución de las mujeres; 
- El incremento del estrés urbano; 
- El crecimiento del nacionalismo y la xenofobia. 

A esta lista deben agregarse los peligrosos efectos del cambio climático.

En el plano urbano, las ciudades son los escenarios principales de estos acontecimientos, interpretados desde los valores y prioridades de los sectores político-económicos que las gobiernan.

En el plano habitacional ocurre que, mientras las viviendas perduran, los cambios en las formas de habitar alteran velozmente sus programas de necesidades. De ahí que la mutabilidad, es decir su capacidad de modificarse y crecer, constituya hoy una condición fundamental del concepto de vivienda. 

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