Taller Rosa Skifik: un proyecto basado en la confianza y el intercambio
Jorge Pérez González, Francisco Fenili
José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote, escribió: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo».
Podríamos decir que esta frase se puede aplicar perfectamente al cliente, ya que de acuerdo a lo que lo rodee, sus objetivos, sus aspiraciones, su economía, su entorno, sus necesidades, entre otras cuestiones, se ve condicionado o influido en mayor o menor grado por cada uno de estos temas. Incluso el orden o la prioridad cambian de proyecto en proyecto. Entonces, lo que puede ser importante en uno pasa a segundo o tercer plano en otro.
Nos han tocado clientes con una mirada entrenada en los temas arquitectónicos, y otros que ponían el énfasis en aspectos vinculados cuestiones económicas o de rentabilidad. En el primero de los casos, el marco es más adecuado para lograr una obra que, a la mirada de la profesión, aporte tal vez algo superador. En el segundo caso el énfasis está puesto en cómo reducir tiempos y achicar costos, en este último caso el compromiso de lograr una buena obra es un desafío interno.
Podemos mencionar a una de nuestras clientes como el de los primeros casos: Rosa Skific. Rosa es del tipo de clientes que aprecia la arquitectura. Al ser diseñadora pone especial énfasis en ese aspecto; su sensibilidad hacia el diseño profundiza la relación para obtener el resultado deseado en base a las expectativas y eso la hizo confiar en nuestro trabajo. La interacción y el diálogo que se estableció desde un primer momento produjo empatía en las decisiones. El camino fue mucho más ameno.
Con un cliente volcado a valorar el diseño y el trabajo profesional es más fácil arribar a un buen resultado, y eso nos pasó con su atelier en la terraza. Generó satisfacción poner en práctica los conceptos regidores por nuestra disciplina: orden, diferenciación, armonía, innovación, ruptura, sencillez, recorrido, practicidad constructiva, entre otras.
En cuanto al segundo tipo de clientes, como los desarrolladores, podríamos decir que el proyecto se transforma en un producto. Tiene una ventaja: es más despersonalizado. Y la personalización es algo que sí está muy marcado en el cliente particular, que tiene sueños, aspiraciones, ideas y proyecciones que le asignan una carga simbólica al proyecto. O como los organismos gubernamentales, donde la relación con el cliente está ligada a la calidad estándar que abarca un universo lo más grande posible de usuarios, con bajo mantenimiento y baja complejidad y ejecución, entre otras cosas.
Rosa Skific es el tipo de cliente que rescata el espíritu más sublime de la arquitectura como contenedora de la vida, de la experiencia humana y de la experiencia urbana que dialoga con lo existente, pero que renueva y establece nuevas relaciones. Eso es el atelier: contiene la posibilidad de creación de su habitante, por eso seguramente más allá de lo formal, se lo llama «el contenedor».
Y esa es la mejor verificación de haber cumplido los objetivos, cuando vemos que el cliente está satisfecho y ese mismo cliente luego vuelve a llamarnos para otro encargo: es la mejor manera de medir lo que podemos llamar «experiencia usuario». Eso fue lo que pasó: primero habíamos remodelado su PH, una experiencia que afirmó la relación y la valoración hacia nuestro trabajo. Y luego recibimos el encargo de construir el nuevo espacio en la terraza que fue el contenedor.
Sin dudas el cliente es un engranaje fundamental a la hora de pensar un buen proyecto o una buena obra.