El cliente en la arquitectura
Darío López
Charles Eames propone que el diseñador se ponga en el lugar del cliente, en el de la sociedad y en su propio lugar. Existen tres universos que condicionan y deben pensarse triplemente.
El cliente es una pieza clave: sin cliente no existe la obra. Expresa esa necesidad individual o de la sociedad. Siempre se ha querido eliminar al cliente, ya que se consideraba que limitaba la creatividad del arquitecto. El cliente directo, sea o no usuario final, protagoniza el encargo a partir de la necesidad (encomienda cultural-comercial) y con ella condiciona la tarea proyectual.
Durante siglos la actividad proyectual estuvo restringida a relaciones individuales con el cliente, quien detentaba el poder y era además el usuario.
La actividad profesionalizada se efectiviza recién en el Renacimiento, pero no ya como constructores sino como proyectistas.
A partir del siglo XX, con el desarrollo de las ciencias sociales, se introducen nuevos conceptos que van separando al cliente y al usuario por la complejidad de la organización del espacio. Surge un nuevo tipo de usuario —destinatario del espacio construido— que constituye el porcentaje de mayor demanda insatisfecha y que requiere de la arquitectura respuestas alternativas.
Es el potencial cliente de los arquitectos, es el habitante urbano que camina hacia una apropiación de su ciudad.